Otras preguntas y respuestas del pasado político venezolano

Cuando los autores positivistas venezolanos impugnaban el pensamiento ‘especulativo’,

¿Qué comentario ofrecían acerca de la tradición política previa en Venezuela?

En comunión con los principios positivistas europeos, aunque no de modo dogmático, los positivistas venezolanos asumieron una actitud de rechazo al pensamiento especulativo, mostrando una “postura escéptica frente a la especulación (religiosa, filosófica, moral) un interés por universalizar el ‘método’ científico” Aveledo, G (2007)[1]. Así mismo, muestran tener una visión casi orgánica de la sociedad y por tanto de su evolución mostrando una tendencia evidente a llevar los problemas, por la vía de la explicación científica, al estadio de las ciencias naturales y de desmentir algunos de los argumentos que la tradición conservadora imperante había impuesto por la vía especulativa y que contribuían a continuar el caos que diagnosticaban.

Básicamente si hubiera que resumir en dos palabras la visión de los positivistas sobre la tradición política previa en Venezuela sería una “anarquía popular” dominada por pasiones grupales y no por ideales contrarios. Y no es de extrañar esto, ya que como señalan varios autores, se cuentan en varios centenares el número de revoluciones o insurrecciones y alzamientos en el siglo XIX.

El comentario de Vildal (1983) sobre el positivismo en Venezuela resulta ilustrativo:

(…)El positivismo resultó una reacción contra el clericalismo, contra la filosofía católica, contra la enseñanza estrecha de la universidad, contra la crítica literaria formalista, contra la política entendida y practicada como oficio lucrativo, contra la enseñanza de la historia memorista y no como una ciencia de progreso social (…)[2]

Se concibe a la sociedad como producto de leyes fijas, y como un organismo vivo, sujeto a éstas. Autores como Vallenilla Lanz dan una postura enfocada, por ejemplo, en el problema de razas (mestizaje), influida por Comte y Spencer, apoya la idea de que el medio tiene una influencia crucial en la formación del carácter de la raza y ésta sobre la nación. De ahí deriva, que la “raza” formada por los llaneros (que es más allá de los negros o blancos una especie configurada por la llanura, por el medio) haya tenido una influencia tan decisiva en el proceso independentista y se constituyen en elementos caóticos de poder –que se encontrarán en lucha permanente- haciendo patente su característica de “nómades”[3] y la del “conflicto natural” de nuestra sociedad. Nuestra mezcla fue explosiva para el orden; teníamos entre nosotros a una mayoría de razas inferiores (negra e india frente a la blanca) y luego a esa mezcla de mentalidad violenta y apasionada que eran los llaneros, que finalmente se hicieron en el poder.

Esta visión tiene su epicentro en la comprensión del papel de los caudillos (líderes político- militares cuyo poder es carismático y regional[4]) y de las facciones creadas en torno a éstos en la historia de la Venezuela decimonónica. De hecho Vallenilla Lanz ve en ellos las figuras que logran un mínimo de orden; mientras que Mijares encuentra que fueron el escollo para la realización del proyecto republicano legalista (Pérez Perdomo: 359) En todo caso un personalismo que hizo imposible la consolidación de un programa político coherente y que despertó cualquier cantidad de antagonismos sangrientos.

El problema de nuestra nación se enfocaba entonces en la necesidad de una reorganización, a través de la integración progresiva de sus elementos dispersos, para que pueda surgir una suerte de organismo complejo en el que habite la libertad dentro del orden (Anaya, C. 1999) y allí entra el papel del gendarme necesario (cabe destacar que Vallenilla ve como superior en civilización a los pueblos pastores: los andes)

Adicionalmente, Vallenilla señala que los partidos existente en Venezuela “no profesaron doctrinas definidas” y, si unimos esta idea con un claro heredero del positivismo como es Adriani, entendemos que esa falta de “seriedad y estudio” sobre la caracterización de las circunstancias que rondan a los problemas nacionales, termina por influir en los programas de gobierno haciéndolos ineficientes y no ajustados a la realidad del país (El Café y Nosotros); desde una perspectiva pesimista (la “interpretación pesimista de la sociología venezolana” )la única forma de combatir ese imperio del caos que ha reinado en Venezuela desde su nacimiento republicano es con el “gendarme necesario” (César democrático de Vallenilla Lanz) o bien bajo las conclusiones de que sólo un nómada puede combatir y someter a otro nómada (ese pueblo semibárbaro que son los llaneros[5]). Se hace necesario que se imponga un caudillo más fuerte que someta al resto para poder llegar a cumplir la premisa positivista por antonomasia: Orden y Progreso. (Gómez, andino y gran caudillo civilizador para Vallenilla; el loquero necesario) De ahí deriva que muchos de los positivistas terminaran por ser hábiles propagandistas del régimen de Juan Vicente Gómez[6].

Por otra parte, un resumen interesante hace Luís López Méndez (Mosaico de Política y Literatura); cuando señala que el dogmatismo que aún pervive en nuestro país es producto de la colonia, y que justamente ese dogmatismo es lo que nubla nuestro progreso y “pretende detener el vuelo de la razón”; es posible enraizar esto con la idea de que parte de la influencia negativa que ha mantenido latente el caos social, se debe a que la dirección de la sociedad se ha mantenido en manos dogmáticas de teólogos e iluminados que se fortalecieron en el papel de la iglesia.

Además cabe apuntar el señalamiento de una moral plagada de vicios y la falta de seriedad en la dirigencia política que manejaba formulas de “compadrazgo” y clientelismo a través del situado constitucional, para controlar a los caudillos locales[7]. Para los positivistas la política debe ser la ciencia de lo experimental.

Por su parte Gil Fortoul señala que se ha buscado anteponer dogmáticamente la teoría a los hechos, la hipótesis a la experimentación; es decir, para él la política debe dirigirse en la observación “directa de la vida colectiva”. Y de hecho afirma que la necesidad es pasar del la idea de que gobernar es dominar y dirigir a la idea de que es “inspirarse en la opinión pública” obtener “autoridad Moral”. El fin debe ser la armonía social[8] (la cual obviamente no se había logrado en casi 60 años de vida republicana) Así mismo señala que el Estado debe comenzar a instrumentar leyes derivadas del análisis social (en comunión con un heredero positivista como Adreani, quien, en su texto El Café y nosotros que se debe analizar la economía nacional enteramente y no pretender instaurar soluciones importadas de otros países).

Una crítica común ha sido la forma errónea en que se ha analizado a la sociedad; señala López Méndez (citado por Vilda: 23) “bajo el nombre de federales hemos permanecido siendo centralistas (…) nadie tiene derecho a decir que la federación ha sido infructuosa porque no ha sido practicada”, al igual que extendida está la frase de Antonio Leocadio Guzmán sobre que los liberales eran federalistas porque los conservadores eran centralistas, “si aquéllos hubieran dicho federación nosotros hubiéramos dicho centralismo”.

Así mismo pasa con la idea de la Guerra Federal; dos posiciones se contrastan en la comprensión de la pugna de los dos partidos tradicionales. Por una parte Gil Fortoul señalaba que se trataba de una lucha de clases sociales y atribuía a la lucha la búsqueda de la igualación de clases; citado por Pedro Manuel Arcaya[9], Gil Fortoul señala que en el país las gentes incultas (que eran mayoría) ni siquiera sabían la significación de la palabra federalismo y terminaban equiparándola a cualquier clase de reivindicación social y política; luego, el partido liberal asumiría para sí la lucha inspirada en el proletariado; pero Arcaya señala que algunos escritores venezolanos jóvenes aducen que fue al revés, y fue el partido entonces el que sembró esas ideas en la plebe en aras de exaltar al proletariado. Así mismo Arcaya señala que Vallenilla Lanz apoya la idea de la lucha de clases desde la independencia y que el partido liberal es la continuación de esa contienda entre las razas pobladoras de nuestro territorio cuyo mestizaje es producto de las revoluciones. Pero la interpretación final de Arcaya no va de la mano de ninguno de los autores; se inclina por la idea de que se trata de rivalidades de grupos y que el partido Liberal sólo fue la agrupación de aquéllos que ricos, pobres, blancos, negros y sin estar en el poder deseaban acceder a él y lanzar a los que lo detentan desde las alturas. En fin que hasta la comprensión de la realidad estaba viciada por la falta de claridad de movimientos políticos ostentaran una estrategia sólida y unificada.

La Guerra Federal por lo tanto terminó por ser (porque en el inicio sólo fue la continuación de las pugnas de los caudillos regionales en el ejercicio de su espíritu nómada- bélico[10]) el conflicto producto de esa búsqueda por obtener -de aquéllos- y mantener -de éstos- el poder político en el país. Y es que el país siempre se mantuvo en el antagonismo irracional no de ideales sino de representar, sin reparo, las dos esquinas contrapuestas (si éstos creaban la Ley del 10 de abril y salía mal, aquéllos tomaban la bandera de abrogarla; buenos y malos se consideraban unos y calificaban al otro como lo contrario). Para Arcaya había sólo dos clases “los reclutables” (que era una plebe que trabaja para obtener su “diaria y rústica subsistencia”) y los “no reclutables” (que van desde los escribientes hasta los más adinerados); no se trataba de la riqueza como tal sino de “distinguirse en algo por trabajo o talento”. Y para él en Venezuela era muy fácil pasar de una clase a otra, por lo cual la lucha de clases queda descartada. En definitiva para Arcaya la tradición anterior fue demarcada por el llamado carácter nacional que está dotado de impulsividad e imprevisión. En otras palabras una sociedad suicida y desordenada.

Finalmente para los positivistas la Venezuela del siglo XIX fue una suerte de caos de guerras intestinas producto de una cruenta lucha entre intereses particulares y un manejo dogmático de la política.

DIFERENCIAS Y COINCIDENCIAS DE ADRIANI Y USLAR PIETRI

A) Con la tradición positivista anterior. (Vallenilla, Arcaya y Gil Fortoul)

Entre los herederos del pensamiento positivista en Venezuela tenemos a dos figuras centrales: Adriani (1898 -1936) y Uslar Pietri (1906-2001); ambas figuras tienen una herencia positivista en el método de enfrentar los problemas nacionales, en tanto que buscan realizar un análisis de la realidad desde el punto de vista acucioso de la ciencia, se alimentan de datos y reflexionan en sus textos sobre la realidad más allá de las conjeturas con premisas constatables; mas no tienden al punto de vista exclusivo del cientificismo dogmático sino que buscan ante todo la correspondencia con la realidad venezolana y consideran algunos valores espirituales (más Uslar Pietri que Adriani) que los positivistas dejaron de lado. Era natural la influencia pues la tendencia extendida era positivista en Venezuela para aquel entonces. Es obvio que analizar a Adriani resulta un tanto más sencillo debido a que su pensamiento no tuvo oportunidad de evolucionar en el tiempo como ocurrió en el caso de Uslar Pietri; su prematura muerte le impidió ver el desenlace de una república que apenas estaba entrando en el siglo XX, con todas las connotaciones que este siglo tuvo para la historia político-económica de nuestro país.

Aunque hay un aparente rechazo a su tendencia autoritaria, se da una eventual admisión de la sagacidad de los positivistas y de la impronta de éstos sobre sus ideas (especialmente en Uslar Pietri). En ellos hay desprecio al caudillismo, pero ánimo por el elitismo. (Aveledo, 2007)

Por su parte Adriani (tal y como se señala en la pregunta anterior) afirma (El Café y Nosotros) que es necesario el estudio de industria cafetalera, de la economía entera del país para elaborar programas coherentes; y que es necesario que se sufrague la investigación en Venezuela para propender a más aciertos, en las decisiones económicas. Por lo tanto vemos una aversión a la especulación política (compatible con todos los autores positivistas). Por otra parte tenemos que Adriani podría haber recibido una herencia de Vallenilla Lanz en tanto que retoma el problema de las razas, pero no en la formación del carácter nacional como tal, sino en el caso de la inmigración (Venezuela y sus problemas de inmigración) el territorio y el influjo que éstas tienen en la sociedad; pone de manifiesto que la raza blanca europea es deseable para mejorar nuestro capital humano (el cual ha venido descendiendo por el éxodo campesino producto de la industria petrolera) y elevarle lo suficiente como para que ello tenga un impacto positivo en la economía nacional. No se enfoca en la caracterización del llanero, ni en el análisis de la formación de la raza dirigente, sino en el impacto negativo que puede traer la entrada de mano de “obra barata” (negros y amarillos) por parte de las empresas extranjeras.

Por otra parte, coincide con Arcaya, en ese mismo texto, en tanto que ve a Venezuela como un país sin lucha de clases y señala que las revoluciones comunistas no son posibles en un país como el nuestro con propiedad distribuida (sin diferenciación extrema de clases sociales –entre dueños de los medios de producción y proletariado). No se enfoca en ningún problema de clases entre “reclutables o no” sino en que es necesario que se cree una población más culta y numerosa que sirva de mano de obra y que mejore la cultura nacional.

Con Gil Fortoul; éste habla de la necesidad de hacer leyes derivadas del análisis social (debido a la improvisación) y Adriani en El Café y Nosotros habla es de la incapacidad para enfrentar los problemas de manera científica y racional de la que adolece nuestro país (tendente a improvisar). Ambos puntos se tocan claramente. Así mismo en su texto La Vieja Plaga y Nosotros retoma el tema de la Guerra Federal y analiza a la sociedad venezolana; allí muestra acuerdo con la vieja premisa positivista de “orden y progreso” en tanto que insta a la unión para la superación de los problemas del país; pero el énfasis está en la idea de progreso que parece preocuparle más que el tema del orden, que quizás ya ve superado parcialmente. Además vuelve sobre la idea de Arcaya de que la Guerra Federal fue una lucha “creada”; a la cual califica de insensata, incorrecta e hipócrita iniciativa donde imperaron los ideólogos que no supieron resolver los problemas del país. No lo ve como una lucha “casual” en forma y “causada impulsividad de los bandos” en el fondo; sino como una “hechura de la peste de los ideólogos”.

Así mismo coincide con Gil Fortoul en la idea de que los bandos de centralismo y federalismo no eran consortes con la realidad de lucha. Finalmente eran sólo etiquetas que terminan por seguir conduciendo a la “sociedad suicida” (cuando dice “sería trágico que nos entretuviéramos en luchar con cuál etiqueta vamos a marchar hacia la ruina”) que ya calificaban los positivistas. Así mismo coincide en el pesimismo con respecto a la política de masas; en tanto que ve con cierto desdén, y se observa en la necesidad de una inmigración blanca europea, el recurso humano con el que contamos (y de hecho ve como un agravante del deterioro de nuestra raza a la Guerra Federal). Pero además ve con dificultad que en Venezuela pueda haber una democracia o un nacional socialismo pues no hay condiciones y critica severamente que la “peste de los ideólogos tropicales” se aleje tanto de la realidad de nuestro país. No hay industria, no hay capital, no hay mano de obra y no hay conciencia. Una visión pesimista bastante acorde con el positivismo precedente. No lleva esto al gendarme necesario (de la democracia hecha hombre) sino a un Estado Orgánico que sea interventor, colectivista y nacionalista, predominio del ejecutivo, elitista e integrador. De hecho señala “El Estado fuerte no significa gobierno tiránico o arbitrario, que nunca aseguró la continuidad de ningún esfuerzo social ni la concordia, y no justifica caudillos voraces e indecentes” (Crisis Actual y Estado Orgánico) Mostrando allí otro punto de desencuentro con el positivismo antecedente.

Por su parte, Uslar Pietri va a mostrar rasgos heredados del positivismo en tanto que se vale del método para hacer sus observaciones sobre la realidad venezolana. Un ejemplo claro del acuerdo con Gil Fortoul fue la idea de un gobierno representativo; es decir, que sea fiel a las demandas del colectivo (la idea de armonía en Gil F). No por ello de masas, por el contrario se inclina a la élite.

Una diferencia directa que tiene con los positivistas (Vallenilla Lanz si he de nombrar a alguno) es que para Uslar Pietri una autoridad sostenida por la fuerza es una autoridad precaria porque carece de legitimidad; a diferencia de la idea del gendarme necesario o césar democrático de Vallenilla, para el cual una autoridad tal es requerida, surgida por la necesidad natural del caos que los nómadas (caudillos) y las razas inferiores dominantes representaban. Para Pietri no vale que gobierne uno, a menos que no sea por derecho divino; en el caso de no haberlo, gobiernan todos a través de la representación. De ahí que para Uslar Pietri la sociedad se halla representada en un complejo aparato que se relaciona entre sí y no subordinado a un férreo dictador que controla las pasiones de una sociedad caótica.

Además, a diferencia de Arcaya para quien la historia es un proceso natural[11], no cree que sea así sino que asevera que es “un proceso de cambio continuo” determinado por la contraposición de las fuerzas del yin y del yan (fuerza conservadora y la de cambio). No obstante, en la idea de que la fuerza antagónica se apoya en las clases insatisfechas, coincide con las teorías planteadas por Arcaya y por Gil Fortoul de que aquéllos que no estaban conformes con el poder imperante se enlistaron en las filas del partido contrario (liberal) no por lo una comprensión de ideales sino por formar parte de lo que creyeron las fuerzas de cambio. De hecho Uslar coincide, con Gil Fortoul y con Arcaya, que los partidos del siglo XIX eran oportunistas de las circunstancias y por lo tanto no eran partidos profesionales (con ideología) sino de adhesión (a personalismos o antagonismos).

Para Uslar Pietri, a diferencia de la mayoría de los positivistas, la sociedad se vuelve mucho más compleja, y ve factores adicionales y necesarios como la moral. Ve a la sociedad (y al Estado) como un engranaje que se ha ido complicando mundialmente con el pasar del tiempo y que no podemos ignorar (aunque ve en el abultamiento del Estado algo negativo). Su preocupación escapa de lo meramente político en lo relativo al orden y se enfoca más en el progreso y en el papel de todos los actores políticos y sociales para lograr el cambio, esencialmente en lo económico (con la preocupación por la dependencia del petróleo y la escasa inversión de la renta) y lo cultural. No tiene una visión tan negativa de la sociedad (aunque asume la falta de cohesión y la exacerbación de los vicios producto del petróleo) y pero ve en la educación útil, en el papel de los partidos, de la sociedad civil y del Estado la posibilidad de transformarla. Así entonces ve en el mestizaje la razón de ciertas características que se van a ver enfatizadas con la bonanza petrolera; por ejemplo la “viveza” la irracionalidad, el sentimentalismo, lo temerario, irresponsable, parasitario y poco trabajador de nuestro pueblo. Pero cree que es posible cambiar esto con una educación no dada a la especulación.

Muestra preocupaciones éticas en los caminos paradójicos de la política, cosa que no ocurría en el pragmatismo de la mayoría de los positivistas, en lo referente a la libertad y la igualdad distributiva; así mismo, entre la satisfacción de demandas sociales y el ahorro necesario para la inversión requerida a fin de propender al desarrollo nacional. A diferencia de los positivistas, entiende que la política no es una ciencia, sino que es el arte de la posibilidad y es un arte muy complejo.

B) Entre ellos mismos:

En lo relativo a las semejanzas que tienen ambos autores tenemos que ambos tienen una marcada preocupación por el tema económico aunque sus enfoques de las soluciones tienen algunos puntos diferenciadores; mientras Uslar Pietri aboga por un Estado Liberal (aunque comprende algún tipo de intervención en las décadas 30 a 50) Adriani se inclina por un Estado Interventor, calificando al estado liberal como un “fracaso”. Adriani muestra una preferencia por la intervención estatal en la economía (en el control de la inmigración, con una visión racial bastante cruda) y todas las esferas de la vida social (es un estado autoritario mas no arbitrario) y Uslar Pietri (hasta en 1992 en su texto Sin Sembrar el Petróleo) muestra una oposición a esta tendencia en Latinoamérica pues cree que es antinatural que se pretenda controlar a la economía y que la economía de mercado tiene la “virtud de la correspondencia con los mecanismos psicológicos del ser humano”.

Adriani plantea la necesidad de “enfrentar los problemas –del país- de una forma racional y científica” (en su texto El Café y Nosotros) y señala que aunque hay otros problemas vitales el de la agricultura es medular para trazarnos el porvenir que requerimos. Uslar Pietri, aunque entiende la necesidad de llevar una política racional y científica (y que los políticos deberían saber casi de todo), también comprende que la política como difícil arte, debe dotarse de una suerte de sexto sentido que permita actuar en conformidad con los colectivos. Por lo tanto se decanta de allí que no basta con enfrentar los problemas del país de la forma en la que Adriani pensaba.

Desde el principio Uslar Pietri plantea la necesidad además de ahorrar o acortar el gasto público en tanto que es una urgencia el propender al desarrollo de una industria nacional; aunque consciente de las necesidades que una nación como la nuestra tiene, comprende que existe una contradicción entre las necesidades del bienestar social y las necesidades del desarrollo; asume que no es fácil lograrlo pero es urgente lograr conciliarlas; aunque se presume que ve con algún empeño que se apunte al ahorro para invertir y lograr el crecimiento necesario; esta preferencia se denota en su frase “el desarrollo de los países se ha hecho generalmente a base de tremendos ahorros sociales impuestos con mano de hierro” (Hacia el Humanismo Democrático); con ello no se desea dar a entender que Uslar Pietri estaba de acuerdo con la forma en que en Rusia se hizo pero si que asume que existe una necesidad de hacer esos recortes en beneficios sociales pues cree que un estado que no invierta termina por ser un “parásito de la riqueza petrolera” lo que convierte al país en una “sociedad totalmente subsidiada y con muy escasa capacidad productiva propia” (En su texto Sin Sembrar el Petróleo) . De hecho habla de la necesidad de una “voluntad de sacrificio compartida” para expresar que es necesario que la gente aprenda a vivir de su trabajo y no de la renta.

En los puntos de encuentro tenemos además el hecho de que ambos tienen una visión negativa del crecimiento del país en el siglo XIX y que creen esencial aprender de los errores del pasado para poder realizar la acometida necesaria para enrumbar a nuestro país. Urgente es iniciar cambios como la diversificación de la economía; Uslar Pietri con su frase “sembrar petróleo” nos relata del sueño suicida que es depender del petróleo y Adriani por su parte con la idea de “libertarnos de la pesadilla del café” de la urgencia de analizar nuestra economía nacional y de implantar programas adecuados para salir de la mono-producción; ambas son posiciones que se tocan en la idea de crear unas bases sólidas que permitan sanear nuestra economía nacional y no depender de factores ajenos al desarrollo de nuestra economía. En este sentido, ambos están preocupados por el tema del descenso en la producción agrícola y la necesidad de racionalizar –en el sentido más puro- la producción.

El tema del capital humano muestra una diferencia crucial; por una parte Adriani hace toda una argumentación sobre el carácter de la población venezolana y la urgencia de introducir una raza que favorezca a nuestro país (los europeos) y Uslar Pietri aunque cree que debemos fomentar la inmigración pero no ve en ella la solución a los problemas de carácter, de hecho asume -desde 1935- que hay virtudes y vicios en nuestro pueblo, que hay que aprovechar los primeros y erradicar los segundos (unos de los grandes males que verá fortalecerse son la corrupción, la flojera, el desapego a la tierra y la viveza producto del rentismo petrolero y del mestizaje); en su texto Sin Sembrar el Petróleo aduce que debemos analizar las causas reales de los fracasos de la política nacional que han llevado al empobrecimiento de nuestra nación para afinar los criterios y “ no caer en la simpleza de atribuirle el fracaso a posibles inferioridades de los habitantes de la región o a fatalidades geográficas o históricas de muy dudosa validez”; con lo cual contraría la tesis de Adriani de los beneficios que la inmigración europea traería a nuestra nación al educarnos y mejorar nuestra raza. Tal vez si Adriani hubiese vivido lo que Uslar, que vio la inmigración europea de los 50´, también hubiera aseverado esto en el año 1992.

Adriani no cree en la democracia parlamentaria y partidista, ni en la división de poderes sino en un Estado centralizado, casi omnipotente; para Uslar es casi absurdo ignorar el cambio que imprime la masa en el juego político y las conquistas de las libertades, aunque muestra sus reservas para con la democracia de masas y su preferencia por la de élites (ya que la masa es susceptible de fortalecer a los demagogos que nada bueno traen a la búsqueda de desarrollo); así mismo se muestra partidario del Estado Liberal con una sociedad y una economía autónomas, con un Estado que no interventor y con partidos profesionales y no fanáticos o personalistas (aunque ve difícil ello en un país como el nuestro que no está organizado social y económicamente).


[1] Aveledo, G. (2007) El Positivismo Venezolano (Material visual de la cátedra de Pensamiento Político Económico de Venezuela) Unimet: s/e.

[2] Vilda, C (1983) Proceso de la Cultura en Venezuela II. Caracas: Centro Gumilla.

[3] Otra de las características atribuibles al positivismo venezolano fue la idea de que “la humanidad marcha en su historia a través de etapas determinadas y, por tanto, el momento de anarquía social que se vive durante el siglo XIX no es un punto de llegada, sino un momento de transición hacia un nuevo orden” Anaya, C; Díaz, C; Gourmets, Y. y Petrizzo M. (1999) La Corriente Positivista en el pensamiento político venezolano (en línea) Disponible en: http://www.faces.ula.ve/~petrizzo/Positivismo.htm (Consultado el 12 de diciembre de 2007)

[4] Pérez Perdomo, R. (1990) La Organización del Estado en Venezuela en el siglo (1830-1899) en Politeia pp. 349-404. Caracas: Faces- UCV.

[5] A los cuales Vallenilla atribuye el volcamiento de la guerra de independencia de ser una revolución municipal y oligárquica a una verdadero revolución que trajo consigo la mezcla de razas y una violenta acción contra la civilización colonial y las instituciones de origen europeo (pp. 348 y 349) Por lo tanto, su carácter de guerreros, sanguinarios, con profundo desprecio por las poblaciones sedentarias, por la urbe, con un arraigado sentimiento de independencia y libertad sólo son sometibles a un ante alguien que demuestre una superioridad por la fuerza. (pp. 344-347) Allí entra el gendarme necesario para combatir las guerrillas intestinas que infestan a nuestra historia (Guerra Federal por ejemplo).

[6] Gil Fortoul, Zumeta, Arcaya, Vallenilla Lanz fijaron en sus textos prácticamente la piedra angular para justificar la autocracia y llegan a defenderla casi como una necesidad histórica.

[7] Pérez Perdomo (1990) : 371.

[8] Paz como base, orden como principio y libertad como guía (Gil Fortoul, J. (1898) en Política Ideológica y Política Experimental: 251)

[9] En su texto Federación y Democracia en Venezuela (1917)

[10] Y por la caracterización del llanero, en el cual resurge por aquélla época el “cerebro salvaje” y el instinto “carnicero, depredatorio y destructor” producto del mestizaje; se volvía imposible que las ideas de federación fuesen el leit motiv de la contienda. Sólo fue un “llamado instintivo a la guerra” al retorno a la vida de nómada. Finalmente la lucha fue contra Los godos (los del gobierno) más por las circunstancias que les llevaron a involucrarse en la revuelta al estar de por si en contra de las autoridades locales.

[11] Geografía, tierra, raza, clima conforman al hombre tropical para un destino de resignación, de pasividad, de atraso. Nuestra historia, por tanto, no es otra cosa que la historia natural de nuestro país(…) (Vilda: 25)

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