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Millennials: viajar gratuitamente?

De pequeños, todos leímos los cuentos de los hermanos Andersen y nos zambullimos en un mundo de fantasías y un subidón de emociones… Así que cualquier palabra de uno de los hermanos Andersen es casi sagrada… Porque además la claridad e inmortalidad de sus palabras es genial: H.C. Andersen dijo «viajar es vivir»

Y viajar es una de esas cosas en la vida que tiene «EL» significado.  «viajar es cambiar de ubicación» pero más allá de esta acepción está lo que los sociólogos llaman «viaje onírico» que es básicamente el viaje turístico, ese destinado a cumplir la misma función que el sueño: «crear una realidad paralela al mundo sensible y recrear al organismo despojándolo de todas sus frustraciones»  en un mundo cada vez más consciente: superficial o profundamente (la opción es de quien lleva la piel puesta) el viaje es parte del sistema. De la forma más psicológicamente coherente de auto preservación.

  
Pero la gran pregunta: ¿cómo viajamos los Millennials? ¿Hasta dónde llega nuestra necesidad de viaje?  Somos viajeros por definición y tenemos la necesidad del «viaje» diario.  El «microviaje» es, por excelencia, parte de nuestra rutina; y se trata de ese viaje que entre gadgets hacemos cada 15/30 minutos, transportándonos desde nuestra ubicación actual hasta algún país recóndito, otro idioma, algún chiste o post en Face o hacia alguna realidad de fantasía: Andersen y el camino de caramelos de Candy Crush… 

El microviaje continuo tiene un efecto en nuestro carácter voluble y multifocal. Ello nos hace seres «extraños» para otras generaciones «unifoco» que observan nuestras «breves partidas» como interrupción, mientras que nosotros las vemos como pequeñas dosis de vitalidad y propiedad del cuerpo y la mente: una reclamación de espacio y nuestra forma de activar la creatividad y la acción. 

Puede claramente que haya peligros de «microrealidades» y «macroviajes» en aquellos Millennials que viven más de realidades alternas que de físicas y que ciertamente caen en la dispersión y desenfoque… Pero ello es, como todo en la vida, un extremo.

La sociedad occidental actual permite con las mejoras salariales y el abaratamiento de los costos de transporte, así como los derechos de descanso y recreación, que el hombre actual viaje; además la sociedad del capital permitió hacer de la recreación «un negocio» pero no es menos cierto que los Millennials también hemos tenido nuestro influjo en la concepción y retoma purista del viaje: el factor sorpresa. Así se han creado páginas como couchsurfing.com o airbnb.com. La primera se trata de ofrecer tu sofá a un extraño para que se hospede y la segunda alquilar tu habitación o apartamento por un día o más, todo básicamente en cualquier lugar del mundo. 

Y este viaje es como si un Ulises moderno, dispuesto a la aventura hubiese resucitado para volver a enfrentar las bondades y adversidades de los dioses. Hoy el «backpackers trip style» adquiere un nuevo sentido, empezando porque no es la falta de recursos lo que motiva a los Millennials a tomar estas opciones, sino la idea de conocer gente nueva, relacionarse con locales y vivir una experiencia auténtica. Es el microviaje dentro del viaje. El segundo siempre es «gratuito» (plan de datos como alfombra de Aladino)

Al final hay que vivir ¡y punto! Para que la muerte se asuste y para que el tiempo valga. Nosotros estamos claros.

  
¡Seguiremos viajando! (Ya me voy a mi realidad) nos vemos…

@nancyarellano 

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Astropolítica o de Logos Retrógrado

«Sapere Aude»- atrévete a conocer-

I. Kant

El paso del mithos al logos significó en el siglo VI a.C. la revolución civilizatoria en el antiguo mundo heleno (hoy Griegos); y lo fue porque, pese a las fuertes corrientes religiosas que pervivieron muchos siglos más, la explicación racional de la realidad -entendida como la interacción en el mundo natural- abrió un mundo de posibilidades al hombre. Preguntas como de dónde venimos, qué es la felicidad, si las cosas cambian o permanecen son algunas de las interrogantes que ocuparon a los mentados filósofos griegos. De Tales de Mileto para quien el origen de todo era el agua hasta Anaximandro para quien el «Apeirón» era el origen infinito de todo o Anaxagoras quien introduce la idea del «nous» -pensamiento, inteligencia-. Encontramos una necesidad crítica de relación del hombre con el mundo circundante. Así pues, el hombre se alza frente al mito, frente a la verdad dada, heredada, para crear, hacer la verdad; para aprehenderla del mundo a través del logos (razón).

2600 años después estamos aquí, herederos de una evolución del pensamiento, hijos de la revolución cristiana, luego de la renacentista- burguesa, pasamos por la industrial, para formar parte de la tecnológica… y aún nos encontramos haciendo las mismas preguntas que den sentido a nuestra vida.

Hace varios días que la mayoría de los opinadores profesionales se han dedicado a elucubrar sobre el porvenir político de la nación. Porque pareciera que volvimos a la filosofía presocrática del siglo VI a.C. y se trata de «un solo elemento» que explique la causa, que sea la causa de todo. Aquí pareciese que el Sr. Presidente es la materia inicial del devenir político del país. Sin que ello implique por supuesto, que estemos ante unos opinadores que pasen del mito al logos. Muy por el contrario, pareciese que el «logos» está retrógrado.

Se combinan los caracoles con el tarot de la política, se advierten eclipses y se enciende un tabaco… está vivo, está muerto, está, no está… como si dependiese todo de un sujeto mítico -cual Leviathán postmoderno- centímano para abrazar a más de 2.500.000 de empleados públicos y omnipresente para advertir cualquier desvarío en el tejido vital de la rueca que teje la manta de creación de nuestro país.

Es triste. A 2600 años de tan importante paso de búsqueda de sentido, entremos en una fase de retroceso. Las razones son simples -a mi humilde modo de ver- el presidente no puede serlo todo, no puede hacerlo todo y no debe. Dos; el que no haya entendido que la llamada «revolución bolivariana» es más que Chávez está aún mirando cómo se consume el tabaco para entender el fenómeno. Tres; el que crea que la imposibilidad de que el presidente electo ejerza la posición de cabeza es la tendida del puente para que la oposición tome poder a secas, aún está barajeando el mazo. Y Cuatro; que se piense que los cabecillas están alineados dentro del corpus, más pragmático que real de la revolución.

Hay que entender, como los griegos, la relación del todo con la parte y de la parte con el todo. Hay que comprender que, así como Fidias en el Partenón, el efecto Chávez es el éntasis de esta construcción. Una pequeña desviación en cada columna que hace que la obra luzca perfectamente equilibrada o que a fuerza de repetición se haya creído realmente en una «revolución» política. No obstante, así como el éntasis se basa en la compresión de las leyes naturales de la óptica humana así la mentada «revolución» es el subproducto cultural de la fisonomía chorochapucérica enquistada en nuestra sociedad por la economía rentista-parasitaria.
Algo cierto, Chávez no es Chávez ya. Hace unos años dejó de ser el corpus falible. El tema es cómo la ausencia del corpus redimensiona la significación del personaje como constructo social.

En este sentido debo aludir a otros dos personajes que, sin pretender equipararlos al presidente bajo ningún esquema más allá de la utilidad estética, creo que su simbolismo puede darnos luz en algunos puntos: Sócrates y Jesús. Ambos detractores del sistema imperante, ambos revolucionarios reales del sistema; el primero de la noción de areté y de la vía al conocimiento; y el segundo del sentido de trascendencia y constructor de todo una nueva concepción del mundo. Ambos aún inciertos; Amados y/u odiados. ¿Qué los une? que dejaron obra inconclusa y espacio para la interpretación.

De Sócrates conocemos por Platón y Aristóteles; de Jesús por los evangelios «según»… en este sentido espero que -sin caer en discusión religiosa alguna y siendo católica- se entiende que el «gran proyecto» (filosóficos ambos) terminaron por ser interpretados, escritos, descritos y prescritos por sus seguidores.

Si queremos otros ejemplos podemos usar a Osiris (el emperador egipcio) o a Quetzalcoatl (el homónimo azteca) o sin ir muy lejos al propio Bolívar o Martí. Los dos primeros tampoco dejaron nada escrito como tal y sobre ellos se erigieron imperios; o Bolívar y Martí que ahora opinan de economía, sobre el fenotipo social y se convalidan con su nombre sistemas completamente difusos y anacrónicos.  Como si alguno de ellos fuese poseedor de «La Verdad»… ¿el filósofo rey acaso?

Vuelvo a repetir que no comparo sino ilustro con respecto a las consecuencias posibles. En este sentido, la falta de claridad en el proyecto del «Socialismo del S. XXI» que pareciera sólo estar en la mente del presidente -dado que los virajes siempre han venido de su persona, sea quien sea el que esté detrás- queda en el legado de los nuevos discípulos. La gran pregunta es si va a creerse ahora que sólo algunos pocos son los evangelistas, si a falta de Aló Presidente, el rumbo nacional quedará en nuevos improvisadores. Pues ahí es donde está el real tema a dilucidar. El país se enfrenta entonces a la creación mítica o la dialéctica real de la democracia venezolana del siglo XXI. ¿Cuál tomaremos? ¿Cuál exigiremos? ¿Seguirá logos retrógrado? o definitivamente entraremos en la «astropolítica» basándonos en los designios de los caracoles y las estrellas… Perpetuaremos la construcción unipersonal (o colegiada por intereses más allá del venezolanismo) o asumiremos el rol real dentro de la política nacional comprendiendo el significado del chavismo más allá de Chávez

Belleza, Bien y Felicidad en Grecia


La presencia del alma en una historia de amor es,

en efecto, un eco platónico, y lo mismo debo decir

de la búsqueda de la inmortalidad,

conseguida por Psique al unirse con una divinidad.

Octavio Paz en La Llama Doble







“Después de varias horas de reflexionar en soledad sobre La Unidad, Pitágoras se levantó tembloroso y se retiró a la oración”. La impresión del relato del profesor Casanova rápidamente trajo la imagen del profesor Sánchez Lecuna hablando sobre el Absoluto en el pensamiento Griego, la similitud era evidente, el sentimiento de Pitágoras se hace extensivo cuando uno logra acercarse al ideal griego. Porque así como para “hacer filosofía” existe la necesidad de poseer una “capacidad de impresión”, del maravillarse, el asombrarse ante lo desconocido y ante el contacto, la relación directa que el filósofo logra tener con lo que, como dice el Profesor Sánchez Lecuna, es el Misterio; así se experimenta el acercamiento al Absoluto del pensamiento griego; Belleza, Placer, Felicidad, Amor, Virtud, Justicia, lo Bueno son conceptos que se interrelacionan, que se funden, que se hallan en cada polo –infinitos polos- del alma humana, del alma surgida como necesidad de trascendencia, del alma que es evocada en el lienzo cuando el artista –o el escritor en el papel- “vive en la cura” como dice Hanni Ossott[1]. Porque el arte está plagado –maravillosamente- de los extremos, de los límites –y los puntos medios- del alma humana, el artista debe “mantener una tensión lírica con la alta presión de los contenidos líricos desbordados del alma (…) la libertad consiste en conocer nuestros excesos” (Ossott, p. 35). Porque el alma humana, como diría Platón, es parte del Alma Universal, y en ese mundo inmanente, en ese mundo de las ideas, se halla el todo que, podría decirse, abarca los puntos más sublimes de la existencia, ese mundo, como la belleza es para Ernst Cassirer[2],(1963, p. 214) “constituye una unidad en la multiplicidad”. Así creo que es el pensamiento griego en general, una Unidad que implica a la diversidad, porque en el Absoluto, el Ideal Griego contempla una visión interrelacionada de conceptos: Areté, Khalos, y Agathos los cuales están íntima y necesariamente relacionados con la Ananké (La Felicidad) que es una necesidad espiritual inherente al hombre; así mismo entran a colación conceptos como Sofrosyne (autodominio), la Templanza, la Paideia (Educación intelectual), el Hédone (placer parcial) y la Eudamonía (Placer Total). Para los Griegos, quienes poseían una visión antropocentrista del universo, el ser humano, en su sentido más abstracto, es una especie de sistema, donde convergen sensibilidades y ultrasensibilidades, últimas que, bajo la óptica espiritual preponderante en Grecia, se hicieron aprehensibles por la capacidad de abstracción y una inteligencia trascendente de los Griegos, quienes lograron, como afirma Arellano (s/f), comprender las leyes ultrasensibles que gobiernan a la naturaleza, al hombre, así como las relaciones entre las leyes, entre lo particular y su proyección sobre lo universal. Los Griegos se dieron cuenta de la simetría (“proporción de la parte con el todo y del todo con la parte”), cuyo significado responde a lo estético, “al encuentro con la Belleza”, en una búsqueda de lo trascendente, del alma, de la esencia, en una búsqueda de “sentirse vivo” (Sánchez, s/f, p. 7), de ser preso por ese rapto del que habla Joseph Cambell (citado por Sánchez Lecuna). De allí que los Griegos fueran los primeros artistas de Occidente –los que dejaron una influencia determinante en literatura y arte- porque hicieron hieropoiesis, creación de lo sagrado. Lograron entrar en contacto con la verdad, con el regalo sublime de los dioses para reconocer, en este mundo, las verdades olvidadas, en un esfuerzo, en una búsqueda que legitima la vida humana, que, al entrar en contacto con lo numinoso de los símbolos logra en encuentro de “sentido a la existencia”, siendo entonces el artista, como afirma el Profesor Sánchez Lecuna[3] (s/f, p. 6), la memoria del mundo trascendente.

Es interesante, en cuanto a ese mundo trascendente y a esas verdades olvidadas, la visión del Eros en Grecia, “El amor es el deseante que pide, el deseado que da” dice Octavio Paz, p. 43, y en ese deseo, en esa búsqueda que escapa a lo tangible. Eros, como narra Pierre Grimal, p. 171, “asegura no sólo la continuidad de las especies, sino también la cohesión interna del cosmos” una cohesión encontrada por el hombre cuando busca sentirse vivo, cuando busca justificar su existencia, “Eros no es un dios omnipotente, es una fuerza que permanece inquieta e insatisfecha”- cuenta Grimal sobre la visón platónica- Así mismo el artista, el arte mismo que se halla en un constante cambio, movimiento, porque el arte, como el hombre, como dice Cassirer, E. p. 221, necesita salir de la realidad inmediata de las cosas y vivir un mundo de puras formas sensibles que trascienden a lo sensible, que son , en la belleza, “la teofanía suprema, la revelación divina”, como dice Corbin citado por el Prof. Sánchez, añadiendo que la belleza es la revelación del alma, es la revelación de la esencia del alma, es una necesidad epistemológica, porque necesitamos conocernos, sentirnos, vivirnos, y es una necesidad ontológica porque es necesidad del alma, del hombre contemplar, ver, sentir lo que es bello, lo que es bueno, lo que es justo, lo que es virtuoso, lo que es trascendente, el ser humano en la belleza, logra personificar, animar e infundir vida al mundo, como dice Hillman; logra ésta, como dice Platón en el Fedón, ser el camino de lo sensible que lleva al artista hacia el espíritu. Y es en esta conciencia de espíritu, en esa búsqueda de la Verdad, latente aún hoy, donde los griegos encontraron los ideales inherentes al alma humana, allí Platón y Aristóteles lograron encaminar una búsqueda filosófica sobre la Felicidad del hombre, para el primero, como para su maestro Sócrates, en el conocimiento correcto que trae consigo el bien –la virtud liada a la justicia- y a la belleza (conceptos ligados al amor) Lo bueno es bello. Lo propio del amor es engendrar belleza y de esta forma cosas buenas” –dice en el Banquete-; y para Aristóteles es una ascesis que va desde los sentidos –la percepción sensible del mundo-, luego pasa por el intelecto –en la Paideia enseñada-, posteriormente en la contemplación del Arte para luego lograr el conocimiento, la aprehensión real del mundo – La gnosis-, y por último –y final- lograr la Felicidad, lograr ser el “hombre feliz” que entiende la ésta como Virtud y Sabiduría. Así pues, tanto la filosofía platónica como la socrática coinciden en afirmar que el potencial humano más alto es el conocimiento, y que el resto de las capacidades humanas se derivan de esta capacidad central, y de allí que Aristóteles concluya que si areté es conocimiento y estudio, entonces el conocimiento humano más alto es el que se da sobre sí mismo. Una persona virtuosa es realmente feliz, y los individuos siempre desean su propia felicidad.

Paz (p, 45-46) escribe:

La belleza, la verdad y el bien son tres y son uno. Son caras o aspectos de la misma realidad, la única realidad realmente real (…) el amor es el camino, el ascenso, hacia esa hermosura: va del amor a un cuerpo solo (…) al de todas las formas hermosas y de ellas a las acciones virtuosas; de las acciones a las Ideas y de las ideas a la absoluta hermosura. La vida del amante de esta clase de hermosura es la más alta que puede vivirse en ella . Y éste es el camino de la inmortalidad (…)

Creo que describe maravillosamente la relación estrecha entre belleza, amor, la verdad y el bien, y creo que es algo latente en la necesidad fundamental del hombre contemporáneo, el hombre que se ha olvidado de su esencia, el que desdeña “lo invisible a los ojos” –como dice Antoine de Saint Exúpery en el Principito- el hombre actual se ha olvidado de lo que va más allá de lo sensible, pero que se “muestra”, se “devela” en la creación del arte y la literatura, así mismo la filosofía cuando indaga en lo que atañe al humanismo del ser humano, en la búsqueda de lo espiritual.

El hombre actual, como reflexionábamos en clase con el Prof. Sánchez Lecuna, atiborrado de materialismo, de tecnología, ha ido desplazando -como si se pudiera- lo “metafísico” (en el sentido más estricto) por lo netamente material, corruptible, perecedero; creo que la crisis del mundo actual está en ese olvido de la verdad, de la trascendencia, del alma que poseemos, en la “justificación” del caos cotidiano y permanente de la humanidad mediante el concepto de “utopía”; creo que nos olvidamos de la Felicidad, de la Virtud, del Amor, de la Paideia, de “ser” hombre y mujeres felices y, aludiendo a Aristóteles, nos hemos convertido en hombre y mujeres que buscamos “portarnos bien”, porque asimismo que la felicidad está en la abundancia de bienes externos y en la prudencia, siendo así una “felicidad” meramente material. Es entonces, en el ahora, que el hombre, cuya meta es la felicidad, se engaña en su búsqueda; Roberto Juarroz, en su libro Poesía Vertical, dice que “Buscar una cosa es siempre encontrar otra. Así, para hallar algo, hay que buscar lo que no es” quizá esta etapa de búsqueda de la Felicidad en lo material logre, en la esterilidad de resultados, encaminarnos en el encuentro de “sentido de la vida”, en el sentido auténtico que se halla en nuestras almas, en nuestra esencia, en el conocimiento auténtico amparado por una búsqueda interior que la integración con nuestra esencia, en el silencio que nos permite estar con uno mismo, que nos conduce a la reflexión, al encuentro del “yo”, logremos pasar del hédone a la eudaimonía y de ésta, en la Virtud, a la ananké.

El eco de Grecia está presente, quizá algo adormecido por el paso del tiempo y las convulsiones tecnológicas de un siglo “contra corriente por excelencia” como el siglo XX, pero está… en esencia somos los mismos porque nuestros deseos y nuestras carencias no han cambiado, el alma sigue siendo una necesidad, la belleza una realidad, la trascendencia una búsqueda y la Felicidad una meta.

Por último creo pertinente aclarar que es poca la reflexión que pueda hacer sobre un tema tan vasto como lo es el de Grecia y los conceptos que implica el pensamiento antiguo sobre Felicidad, alma, y belleza; porque es un entendimiento que hemos –Occidente- tardado años en descifrar, artistas siguen siendo memoria de los olvidado, y el arte sigue siendo muestra de la belleza; así pues, no se puede decir todo aquí, y no sé todo para decirlo. Simplemente vuelvo a experimentar el sentimiento de la narración sobre Pitágoras y la Unidad: me asombro y tiemblo ante los ideales griegos, ante los hallazgos, ante el acercamiento que los autores mencionados han logrado. Sed de lo esencial es lo que puedo sentir ante el tema, ante el encuentro, ante el “rapto de sentirse vivo, ante la experiencia estética, ante el restablecimiento de nosotros y el Misterio” como maravillosamente dice el Prof. Sánchez Lecuna.

“En todas las cosas la medida y la proporción constituyen la belleza como virtud”

Platón, Filebo, 64d.


LISTA DE REFERENCIAS

Arellano, F. (s/f) Apuntes de Historia del Arte. Caracas: Guías de la

Universidad Católica Andrés Bello.

Cassirer, E. (1963) Antropología Filosófica. (Trad. Ímaz, E.) México: Fondo

de Cultura Económica. (Original en inglés, 1944)

Grimal, P. (1981) Diccionario de Mitología Griega y Romana. (Trad.

Payarols, F.) Barcelona: Paidós. (Original en francés, 1951)

Jaeger, W. (1997) Paideia, (Trad. Xirau, J. y Roces, W.) Colombia: Fondo

de Cultura Económica (Original en alemán, 1933)

Ossot, H. (2002) Cómo leer la poesía. Caracas: Comala.com

Paz, O. (1997) La llama doble. Amor y erotismo, Barcelona: Galaxia

Gutenberg

Sánchez, J. (s/f) Grecia (s/e)


[1] En su ensayo De la cura en el arte.

[2] En el capítulo IX. El Arte.

[3] Sánchez, J. (s/f) Grecia. Caracas: (s/e)

Belleza, Bien y Felicidad en Grecia


La presencia del alma en una historia de amor es,

en efecto, un eco platónico, y lo mismo debo decir

de la búsqueda de la inmortalidad,

conseguida por Psique al unirse con una divinidad.

Octavio Paz en La Llama Doble







“Después de varias horas de reflexionar en soledad sobre La Unidad, Pitágoras se levantó tembloroso y se retiró a la oración”. La impresión del relato del profesor Casanova rápidamente trajo la imagen del profesor Sánchez Lecuna hablando sobre el Absoluto en el pensamiento Griego, la similitud era evidente, el sentimiento de Pitágoras se hace extensivo cuando uno logra acercarse al ideal griego. Porque así como para “hacer filosofía” existe la necesidad de poseer una “capacidad de impresión”, del maravillarse, el asombrarse ante lo desconocido y ante el contacto, la relación directa que el filósofo logra tener con lo que, como dice el Profesor Sánchez Lecuna, es el Misterio; así se experimenta el acercamiento al Absoluto del pensamiento griego; Belleza, Placer, Felicidad, Amor, Virtud, Justicia, lo Bueno son conceptos que se interrelacionan, que se funden, que se hallan en cada polo –infinitos polos- del alma humana, del alma surgida como necesidad de trascendencia, del alma que es evocada en el lienzo cuando el artista –o el escritor en el papel- “vive en la cura” como dice Hanni Ossott[1]. Porque el arte está plagado –maravillosamente- de los extremos, de los límites –y los puntos medios- del alma humana, el artista debe “mantener una tensión lírica con la alta presión de los contenidos líricos desbordados del alma (…) la libertad consiste en conocer nuestros excesos” (Ossott, p. 35). Porque el alma humana, como diría Platón, es parte del Alma Universal, y en ese mundo inmanente, en ese mundo de las ideas, se halla el todo que, podría decirse, abarca los puntos más sublimes de la existencia, ese mundo, como la belleza es para Ernst Cassirer[2],(1963, p. 214) “constituye una unidad en la multiplicidad”. Así creo que es el pensamiento griego en general, una Unidad que implica a la diversidad, porque en el Absoluto, el Ideal Griego contempla una visión interrelacionada de conceptos: Areté, Khalos, y Agathos los cuales están íntima y necesariamente relacionados con la Ananké (La Felicidad) que es una necesidad espiritual inherente al hombre; así mismo entran a colación conceptos como Sofrosyne (autodominio), la Templanza, la Paideia (Educación intelectual), el Hédone (placer parcial) y la Eudamonía (Placer Total). Para los Griegos, quienes poseían una visión antropocentrista del universo, el ser humano, en su sentido más abstracto, es una especie de sistema, donde convergen sensibilidades y ultrasensibilidades, últimas que, bajo la óptica espiritual preponderante en Grecia, se hicieron aprehensibles por la capacidad de abstracción y una inteligencia trascendente de los Griegos, quienes lograron, como afirma Arellano (s/f), comprender las leyes ultrasensibles que gobiernan a la naturaleza, al hombre, así como las relaciones entre las leyes, entre lo particular y su proyección sobre lo universal. Los Griegos se dieron cuenta de la simetría (“proporción de la parte con el todo y del todo con la parte”), cuyo significado responde a lo estético, “al encuentro con la Belleza”, en una búsqueda de lo trascendente, del alma, de la esencia, en una búsqueda de “sentirse vivo” (Sánchez, s/f, p. 7), de ser preso por ese rapto del que habla Joseph Cambell (citado por Sánchez Lecuna). De allí que los Griegos fueran los primeros artistas de Occidente –los que dejaron una influencia determinante en literatura y arte- porque hicieron hieropoiesis, creación de lo sagrado. Lograron entrar en contacto con la verdad, con el regalo sublime de los dioses para reconocer, en este mundo, las verdades olvidadas, en un esfuerzo, en una búsqueda que legitima la vida humana, que, al entrar en contacto con lo numinoso de los símbolos logra en encuentro de “sentido a la existencia”, siendo entonces el artista, como afirma el Profesor Sánchez Lecuna[3] (s/f, p. 6), la memoria del mundo trascendente.

Es interesante, en cuanto a ese mundo trascendente y a esas verdades olvidadas, la visión del Eros en Grecia, “El amor es el deseante que pide, el deseado que da” dice Octavio Paz, p. 43, y en ese deseo, en esa búsqueda que escapa a lo tangible. Eros, como narra Pierre Grimal, p. 171, “asegura no sólo la continuidad de las especies, sino también la cohesión interna del cosmos” una cohesión encontrada por el hombre cuando busca sentirse vivo, cuando busca justificar su existencia, “Eros no es un dios omnipotente, es una fuerza que permanece inquieta e insatisfecha”- cuenta Grimal sobre la visón platónica- Así mismo el artista, el arte mismo que se halla en un constante cambio, movimiento, porque el arte, como el hombre, como dice Cassirer, E. p. 221, necesita salir de la realidad inmediata de las cosas y vivir un mundo de puras formas sensibles que trascienden a lo sensible, que son , en la belleza, “la teofanía suprema, la revelación divina”, como dice Corbin citado por el Prof. Sánchez, añadiendo que la belleza es la revelación del alma, es la revelación de la esencia del alma, es una necesidad epistemológica, porque necesitamos conocernos, sentirnos, vivirnos, y es una necesidad ontológica porque es necesidad del alma, del hombre contemplar, ver, sentir lo que es bello, lo que es bueno, lo que es justo, lo que es virtuoso, lo que es trascendente, el ser humano en la belleza, logra personificar, animar e infundir vida al mundo, como dice Hillman; logra ésta, como dice Platón en el Fedón, ser el camino de lo sensible que lleva al artista hacia el espíritu. Y es en esta conciencia de espíritu, en esa búsqueda de la Verdad, latente aún hoy, donde los griegos encontraron los ideales inherentes al alma humana, allí Platón y Aristóteles lograron encaminar una búsqueda filosófica sobre la Felicidad del hombre, para el primero, como para su maestro Sócrates, en el conocimiento correcto que trae consigo el bien –la virtud liada a la justicia- y a la belleza (conceptos ligados al amor) Lo bueno es bello. Lo propio del amor es engendrar belleza y de esta forma cosas buenas” –dice en el Banquete-; y para Aristóteles es una ascesis que va desde los sentidos –la percepción sensible del mundo-, luego pasa por el intelecto –en la Paideia enseñada-, posteriormente en la contemplación del Arte para luego lograr el conocimiento, la aprehensión real del mundo – La gnosis-, y por último –y final- lograr la Felicidad, lograr ser el “hombre feliz” que entiende la ésta como Virtud y Sabiduría. Así pues, tanto la filosofía platónica como la socrática coinciden en afirmar que el potencial humano más alto es el conocimiento, y que el resto de las capacidades humanas se derivan de esta capacidad central, y de allí que Aristóteles concluya que si areté es conocimiento y estudio, entonces el conocimiento humano más alto es el que se da sobre sí mismo. Una persona virtuosa es realmente feliz, y los individuos siempre desean su propia felicidad.

Paz (p, 45-46) escribe:

La belleza, la verdad y el bien son tres y son uno. Son caras o aspectos de la misma realidad, la única realidad realmente real (…) el amor es el camino, el ascenso, hacia esa hermosura: va del amor a un cuerpo solo (…) al de todas las formas hermosas y de ellas a las acciones virtuosas; de las acciones a las Ideas y de las ideas a la absoluta hermosura. La vida del amante de esta clase de hermosura es la más alta que puede vivirse en ella . Y éste es el camino de la inmortalidad (…)

Creo que describe maravillosamente la relación estrecha entre belleza, amor, la verdad y el bien, y creo que es algo latente en la necesidad fundamental del hombre contemporáneo, el hombre que se ha olvidado de su esencia, el que desdeña “lo invisible a los ojos” –como dice Antoine de Saint Exúpery en el Principito- el hombre actual se ha olvidado de lo que va más allá de lo sensible, pero que se “muestra”, se “devela” en la creación del arte y la literatura, así mismo la filosofía cuando indaga en lo que atañe al humanismo del ser humano, en la búsqueda de lo espiritual.

El hombre actual, como reflexionábamos en clase con el Prof. Sánchez Lecuna, atiborrado de materialismo, de tecnología, ha ido desplazando -como si se pudiera- lo “metafísico” (en el sentido más estricto) por lo netamente material, corruptible, perecedero; creo que la crisis del mundo actual está en ese olvido de la verdad, de la trascendencia, del alma que poseemos, en la “justificación” del caos cotidiano y permanente de la humanidad mediante el concepto de “utopía”; creo que nos olvidamos de la Felicidad, de la Virtud, del Amor, de la Paideia, de “ser” hombre y mujeres felices y, aludiendo a Aristóteles, nos hemos convertido en hombre y mujeres que buscamos “portarnos bien”, porque asimismo que la felicidad está en la abundancia de bienes externos y en la prudencia, siendo así una “felicidad” meramente material. Es entonces, en el ahora, que el hombre, cuya meta es la felicidad, se engaña en su búsqueda; Roberto Juarroz, en su libro Poesía Vertical, dice que “Buscar una cosa es siempre encontrar otra. Así, para hallar algo, hay que buscar lo que no es” quizá esta etapa de búsqueda de la Felicidad en lo material logre, en la esterilidad de resultados, encaminarnos en el encuentro de “sentido de la vida”, en el sentido auténtico que se halla en nuestras almas, en nuestra esencia, en el conocimiento auténtico amparado por una búsqueda interior que la integración con nuestra esencia, en el silencio que nos permite estar con uno mismo, que nos conduce a la reflexión, al encuentro del “yo”, logremos pasar del hédone a la eudaimonía y de ésta, en la Virtud, a la ananké.

El eco de Grecia está presente, quizá algo adormecido por el paso del tiempo y las convulsiones tecnológicas de un siglo “contra corriente por excelencia” como el siglo XX, pero está… en esencia somos los mismos porque nuestros deseos y nuestras carencias no han cambiado, el alma sigue siendo una necesidad, la belleza una realidad, la trascendencia una búsqueda y la Felicidad una meta.

Por último creo pertinente aclarar que es poca la reflexión que pueda hacer sobre un tema tan vasto como lo es el de Grecia y los conceptos que implica el pensamiento antiguo sobre Felicidad, alma, y belleza; porque es un entendimiento que hemos –Occidente- tardado años en descifrar, artistas siguen siendo memoria de los olvidado, y el arte sigue siendo muestra de la belleza; así pues, no se puede decir todo aquí, y no sé todo para decirlo. Simplemente vuelvo a experimentar el sentimiento de la narración sobre Pitágoras y la Unidad: me asombro y tiemblo ante los ideales griegos, ante los hallazgos, ante el acercamiento que los autores mencionados han logrado. Sed de lo esencial es lo que puedo sentir ante el tema, ante el encuentro, ante el “rapto de sentirse vivo, ante la experiencia estética, ante el restablecimiento de nosotros y el Misterio” como maravillosamente dice el Prof. Sánchez Lecuna.

“En todas las cosas la medida y la proporción constituyen la belleza como virtud”

Platón, Filebo, 64d.


LISTA DE REFERENCIAS

Arellano, F. (s/f) Apuntes de Historia del Arte. Caracas: Guías de la

Universidad Católica Andrés Bello.

Cassirer, E. (1963) Antropología Filosófica. (Trad. Ímaz, E.) México: Fondo

de Cultura Económica. (Original en inglés, 1944)

Grimal, P. (1981) Diccionario de Mitología Griega y Romana. (Trad.

Payarols, F.) Barcelona: Paidós. (Original en francés, 1951)

Jaeger, W. (1997) Paideia, (Trad. Xirau, J. y Roces, W.) Colombia: Fondo

de Cultura Económica (Original en alemán, 1933)

Ossot, H. (2002) Cómo leer la poesía. Caracas: Comala.com

Paz, O. (1997) La llama doble. Amor y erotismo, Barcelona: Galaxia

Gutenberg

Sánchez, J. (s/f) Grecia (s/e)


[1] En su ensayo De la cura en el arte.

[2] En el capítulo IX. El Arte.

[3] Sánchez, J. (s/f) Grecia. Caracas: (s/e)