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Millennials y poiesis: divagaciones nocturnas

Cfr. «Tu sabes que la idea de poiesis (creación) es algo múltiple, pues en realidad toda causa que haga pasar cualquier cosa del no ser al ser es creación, de suerte que también los trabajos realizados en todas las artes son creaciones y los artífices de éstas son todos poiétai (creadores)…Pero también sabes -continuó ella- que no se llaman poietai, sino que tienen otros nombres y que del conjunto entero de la creación se ha separado una parte, la concerniente a la música y al verso, y se la denomina con el nombre del todo. Únicamente a esto se llama, en efecto, «poeisis» y «poietai» a los que poseen esta porción de creación.»
La obsesión de los Millennials -como de los modernos y post modernos- es la creación. Hoy solemos pensar en la palabra de moda: innovación. ¿Pero qué hay de innovador en la innovación? Básicamente, nada. De Schumpeter para acá la innovación es, en esencia, el alma inmortal del capitalismo y la forma de infundir vitalidad a la competitividad globalizante. La tecnología ciertamente vino a insuflar vientos de cambio a la post modernidad y a plantearle horizontes más amplios que los incipientes grupos de burgueses con fábricas y máquinas a vapor. 

El siglo XX inicio con una apología a la velocidad, al rayo y al rugido de los motores. El siglo XXI, con una profunda globalidad ya lingüística, racial y económica, a las realidades de ciencia ficción, lo tecnolúdico y los gadgets. Y nosotros, los Millennials, formamos entre blogs nuestros cadáveres exquisitos y fumamos el opio de información multiplataforma donde queremos entrar «triunfales» como el recién descubierto urinario como statement de la «nueva postura».

Vuelvo a Grecia. Finales. Sin la búsqueda del mundo de las ideas platónicas o el método aristotélico; en el eclécticismo helenistico: Alejandro y la conquista de Egipto. Hemos fusionado a los dioses del siglo XV hasta el XX.  Queremos museos y destruir museos, queremos la velocidad y también lo bucólico, el pavimento que alza la selva de concreto y cuidar las especies de ficus en extinción, queremos que la palabra sea llave y también las princesas convertidas en top model en un reality de sábado… Queremos los 7 hábitos de los altamente efectivos y las frases de un Cohelo que se calca… Queremos sentir a Dios cerca y también hablar con Zaratustra… Queremos likes en Facebook y las viejas miradas de lado a lado en una disco. Queremos rock y electro, queremos probar El Banquete de mil cuerpos y llegar luego a la contemplación. 

Pero también queremos… Que la escala dure los 9 segundos que soporta nuestra concentración en una pantalla. 

Y en medio del caos… Queremos innovar, crear: poiesis.

La mirada amplia y desprejuiciada de la masa es la gran innovación de este siglo: esperemos los frutos del acercamiento de muchos mundos en el ciberespacio. 

Lo demás se repite y en cúmulo y en la memoria, se crea nuevamente o renace. 

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Lizano de Berceo el poeta libertario #PoesíaHispana

Un poeta de propia voz, barcelonés de nacimiento y muerte, una joya que pocos conocen, claro y apegado a la más importante de las prerrogativas del hombre: la libertad. Dejo este domingo a Jesús Lizano, para que comparta un café con ustedes a viva voz… Con dos poemas maravillosos…
LLEVO LOS BOLSILLOS LLENOS DE CAPITALES DE BARCO
Llevo los bolsillos llenos de capitanes de barco,

los ojos llenos de directores de orquesta,

miles de músicos y de marineros me salen por las orejas

y asoman por mi barba centenares de violines y de palos.

Abro las manos y saltan un sinfín de contramaestres,

miles de solistas aparecen cuando me quito zapatos.

Mezclados con mis lágrimas se suicidan cientos de grumetes,

en incalificable muelle se convierten mis labios.

Sarcásticos músicos se sientan en mis dientes,

vomito tripulación entre mis risas.

Qué estrangulación de arpistas por mis cuerdas

mientras las inconmensurable plaza de mi barriga se llena de sillas.

De oreja a oreja tienden sus ropas los navegantes,

piérdense los instrumentos por el sotobosque de mis pelos.

¡Uuuuuuuuu! ¡Uuuuuuuuu!, pitan las sirenas de mis sueños;

¡Chin!, ¡Chin!, cosquillean las flautas por mis partes.

Voy desprendido peces y notas por mis estalactíticas fosas nasales,

se atropellan en mi garganta las cajas, las barricas.

Tierras extrañas anuncian las gaviotas fugaces

y miles de palomas zapatean desde las orillas.

Me meto en la cama y sorprendo a miles de sirenas,

saco los brazos y me acribillan arcos afinadísimos.

Cierro, por fin, los ojos y se callan todos los músicos.

Lo último que oigo es el balancearse de las velas.

(De los 70)  

 

TODO VALE
Todo vale.

Que sí. Que todo vale.

Estoy harto de tanto sólo vale:

esto vale, esto no vale,

vale aquél, aquél no vale…

¡Todo vale!

Lo sé, lo sé: éste es el mundo

del sólo vale:

siempre hay unos que deciden

lo que vale y lo que no vale.

Sólo es eso: siempre hay unos

que imponen

lo que vale para ellos.

Y lo otro, no vale.

Ellos:

¡los pontífices! ¡los honorables!

Pero todo vale. Todo vale.

También en este mundo

estamos los del todo vale.

No nos querrán. Para ellos

seremos los que no vale

pero así va ese mundo,

el mundo del sólo vale.

¡Aquí nos salvamos todos

o aquí no se salva nadie!

Que sí, lo sé: todo vale:

Todo vale, mamíferos:

¡todo vale!
(De los 80)

 La Balada del Café Triste (fragmento) #Literatura

» Ante todo, el amor es una experiencia compartida por dos personas, pero esto no quiere decir que la experiencia sea la misma para las dos personas interesadas. Hay el amante y el amado, pero estos dos proceden de regiones distintas. Muchas veces la persona amada es sólo un estímulo para todo el amor dormido que se ha ido acumulando desde hace tiempo en el corazón del amante. Y de un modo u otro todo amante lo sabe. Siente en su alma que su amor es algo solitario. Conoce una nueva y extraña soledad, y este conocimiento le hace sufrir. Así que el amante apenas puede hacer una cosa: cobijar su amor en su corazón lo mejor posible; debe crearse un mundo interior completamente nuevo, un mundo intenso y extraño, completo en sí mismo. Y hay que añadir que este amante no tiene que ser necesariamente un joven que esté ahorrando para comprar un anillo de boda: este amante puede ser hombre, mujer, niño; en efecto, cualquier criatura humana sobre esta tierra. Pues bien, el amado también puede pertenecer a cualquier categoría. La persona más estrafalaria puede ser un estímulo para el amor. Un hombre puede ser un bisabuelo chocho y seguir amando a una muchacha desconocida que vio una tarde en las calles de Cheehaw dos décadas atrás. Un predicador puede amar a una mujer de la vida. El amado puede ser traicionero, astuto o tener malas costumbres. Sí, y el amante puede verlo tan claramente como los demás, pero sin que ello afecte en absoluto la evolución de su amor. La persona más mediocre puede ser objeto de un amor turbulento, extravagante y hermoso como los lirios venenosos de la ciénaga. Un buen hombre puede ser el estímulo para un amor violento y degradado, y un loco tartamudo puede despertar en el alma de alguien un cariño tierno y sencillo. Por lo tanto, el valor y la calidad del amor están determinados únicamente por el propio amante. Por este motivo, la mayoría de nosotros preferimos amar que ser amados. Casi todo el mundo quiere ser el amante. Y la verdad a secas es que de un modo profundamente secreto, la condición de ser amado es, para muchos, intolerable. El amado teme y odia al amante, y con toda la razón. Pues el amante está tratando continuamente de desnudar al amado. El amante implora cualquier posible relación con el amado, incluso si esta experiencia sólo puede causarle dolor.
(…)
La bebida de la señorita Amelia tiene una cualidad especial. Se nota limpia y fuerte en la lengua, pero una vez dentro de uno irradia un calor agradable durante mucho tiempo. Y eso no es todo. Como es sabido, si se escribe un mensaje con jugo de limón en una hoja de papel, no quedan señas de él. Pero si se pone el papel un momento delante del fuego, las letras se vuelven marrones y se puede leer lo que contiene. Imaginen que el whisky es el fuego y que el mensaje es lo más recóndito del alma de un hombre: sólo así se comprende lo que vale la bebida de la señorita Amelia. Cosas que han pasado inadvertidas, pensamientos ocultos en la profunda oscuridad de la mente, de pronto son reconocidos y comprendidos. Un obrero textil que no piensa más que en telar, en la fresquera, en la cama y vuelta al telar; este obrero bebe unas copas el domingo y se tropieza con un lirio de la ciénaga. Y toma esta flor y la pone en la palma de su mano, examina el delicado cáliz de oro y de pronto le invade una dulzura tan intensa como un dolor. Y ese obrero levanta de pronto la mirada y ve por primera vez el frío y misterioso resplandor del cielo de una noche de enero, y un profundo terror ante su propia pequeñez le oprime el corazón. Cosas como éstas son las que ocurren cuando uno ha tomado la bebida de la señorita Amelia. Uno podrá sufrir o podrá consumirse de alegría, pero la experiencia le habrá mostrado la verdad; habrá calentado su alma y habrá visto el mensaje que se ocultaba en ella.
(…)
La verdadera historia de amor es la que tiene lugar en el corazón de los amantes, y ésta nadie sino ellos pueden llegar a conocerla. El amor en todo caso es una experiencia en la que siempre conviven lo cómico y lo sublime.
«

La Balada del Café Triste (Carson McCullers)

Walt Whitman… Canto a mí mismo…

5. Creo en ti, alma mía, el otro que soy
no debe humillarse ante ti,
ni tu debes ser humillada ante el otro.

Retoza conmigo sobre la hierba, quita
el freno de tu garganta,
no quiero palabras, ni música,
ni rimas, no quiero costumbres
ni discursos, ni aún los mejores,
sólo quiero la calma, el arrullo de tu
velada voz.

Recuerdo cómo yacimos juntos cierta
diáfana mañana de verano,
cómo apoyaste tu cabeza en mi cadera
y suavemente te volviste hacia mí,
y apartaste la camisa de mi pecho, y
hundiste la lengua hasta mi corazón
desnudo,
y te extendiste hasta tocar mi barba,
y te extendiste hasta abrazar mis pies.

Prontamente crecieron y me rodearon
la paz y el saber que rebasan todas
las disputas de la Tierra,
y sé que la mano de dios es mi
prometida,
y sé que el espíritu de Dios es mi
propio hermano,
y que todos los hombres que alguna
vez vivieron son también mis
hermanos, y las mujeres mis
hermanas y amantes,
y que el amor es la sobrequilla de la
creación,
y que son incontables las hojas rígidas
o lánguidas en los campos,
y las hormigas pardas en los pequeños
surcos,
y las costras de musgo en el cerco
sinuoso, las piedras apiladas, el saúco,
la hierba carmín y la candelaria.

Versión de León Felipe

Pessoa, poeta del alma: Si yo pudiera morder la tierra toda…

Pessoa es de esos poetas que son universales. No obstante, el ritmo en portugués es otra cosa… No hablo portugués, pero el ritmo sigue siendo ritmo.

Aquí uno de mis poemas favoritos:

Si yo pudiera morder la tierra toda
y sentirle el sabor sería más feliz por un momento…
Pero no siempre quiero ser feliz
es necesario ser de vez en cuando infeliz para poder ser natural…
No todo es días de sol
y la lluvia cuando falta mucho, se pide.
Por eso tomo la infelicidad con la felicidad.
Naturalmente como quien no se extraña
con que existan montañas y planicies y que haya rocas y hierbas…
Lo que es necesario es ser natural y calmado en la felicidad o en la
infelicidad.
Sentir como quien mira. Pensar como quien anda,
y cuando se ha de morir,
Recordar que el día muere y que el poniente
es bello y es bella la noche que queda.
Así es y así sea.

Versión de Teodoro Llorente

Para los que puedan disfrutar del poema en portugués, aquí lo dejo:

Se eu pudesse trincar a terra toda
E sentir-lhe um paladar,
E se a terra fosse uma cousa para trincar
Seria mais feliz um momento…
Mas eu nem sempre quero ser feliz.
É preciso ser de vez em quando infeliz
Para se poder ser natural…
Nem tudo é dias de sol,
E a chuva, quando falta muito, pede-se,
Por isso tomo a infelicidade com a felicidade
Naturalmente, como quem não estranha
Que haja montanhas e planícies
E que haja rochedos e erva…
O que é preciso é ser-se natural e calmo
Na felicidade ou na infelicidade,
Sentir como quem olha,
pensar como quem anda,
E quando se vai morrer, lembrar-se de que o dia morre,
E que o poente é belo e é bela a noite que fica…

Assim é e assim seja…

——-

Pero no puedo dejar este post sin otro gran poema:

Tabaquería*

No soy nada.
Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
A parte de eso, tengo en mí todos los sueños del mundo.
Ventanas de mi cuarto,
De mi cuarto de uno de los millones en el mundo que nadie sabe
quién es
(Y si supiesen, ¿qué sabrían?),
Dais al misterio de una calle cruzada constantemente por gente,
A una calle inaccesible a todos los pensamientos,
Real, imposiblemente real, cierta, desconocidamente cierta,
Con el misterio de las cosas bajo las piedras y los seres,
Con la muerte que mancha de humedad las paredes y hace
blancos los cabellos de los hombres,
Con el Destino que conduce la carroza de todo por el camino de
nada.
Estoy hoy vencido, como si supiese la verdad.
Estoy hoy lúcido, como si estuviese por morir,
Y no tuviese más hermandad con las cosas
Que la de una despedida, tornándose esta casa a este lado de la
calle
La hilera de vagones de un tren, y el silbido de una partida
Dentro de mi cabeza,
Y una sacudida de mis nervios y un chirriar de huesos al arrancar.
Estoy hoy perplejo, como quien pensó y halló y olvidó.
Estoy hoy dividido entre la lealtad que debo
A la Tabaquería del otro lado de la calle, como cosa real por fuera,
Y a la sensación de que todo es sueño, como cosa real por dentro.
Fallé en todo.
Como no hice ningún propósito, tal vez todo fuese nada.
El aprendizaje que me dieron,
Descendí por la ventana trasera de la casa.
Fui al campo con grandes propósitos.
Pero allí sólo encontré yerbas y árboles,
Y cuando había gente era igual a la otra.
Me retiro de la ventana y me siento en una silla. ¿En qué he de
pensar?
¿Qué sé yo lo que seré, yo, que no sé lo que soy?
¿Ser lo que pienso? ¡Pienso ser tanta cosa!
¡Y hay tantos que piensan ser la misma cosa que no puede haber
tantos!
¿Genio? En este momento
Cien mil cerebros se piensan en sueños genios como yo,
Y la historia no señalará, ¿quién sabe? ni a uno,
No habrá sino un muladar para tantas futuras conquistas.
No, no creo en mí.
¡En todos los manicomios hay tantos locos deschavetados con
tantas certezas!
Yo, que no tengo ninguna certeza, ¿soy más cierto o menos cierto?
No, ni en mí…
¿En cuántas buhardillas y no buhardillas del mundo
No están en esta hora genios-para-sí-mismos soñando?
¿Cuántas aspiraciones altas y nobles y lúcidas—
Sí, verdaderamente altas y nobles y lúcidas—,
Y quién sabe si realizables,
¿Nunca verán la luz del sol real ni hallaran oídos de nadie?
El mundo es de quien nace para conquistarlo
Y no para quien sueña que puede conquistarlo, aunque tenga
razón.
He soñado más que Napoleón.
He abrazado contra el pecho hipotético más humanidades que
Cristo.
Hice filosofías en secreto que ningún Kant escribió.
Pero soy, y tal vez seré siempre, el de la buhardilla,
Aunque no viva en ella;
Seré siempre el que no nació para esto,
Seré siempre sólo el que tenía cualidades;
Seré siempre el que esperó que le abriesen la puerta al pie
de una pared sin puerta,
Y cantó la cantiga del Infinito en un gallinero,
Y escuchó la voz de Dios en un pozo cegado.
¿Creer en mí? No, ni en nada.
Que me derrame la Naturaleza sobre la cabeza ardiente
Su sol, su lluvia, el viento que me despeina,
Y lo demás que venga si viene o que tenga que venir, o que no
venga.
Esclavos cardíacos de las estrellas,
Conquistamos todo el mundo antes de levantarnos de la cama;
Pero nos despertamos y él es opaco,
Nos levantamos y es ajeno,
Salimos de casa y es la tierra entera,
Más el sistema solar y la Vía Láctea y lo Indefinido.
(Come chocolates, niña;
¡Come chocolates!
Mira que no hay más metafísica en el mundo que la de los
chocolates.
Mira que todas las religiones no enseñan más que la confitería.
¡Come, niña sucia, come!
¡Si pudiera yo comer chocolates con la misma verdad con que tú
los comes!
Pero yo pienso y, al quitarles el papel plateado, que es de estaño,
Arrojo todo al suelo, como tiré la vida.)
Pero queda al menos de la amargura de lo que nunca seré
La caligrafía rápida de estos versos,
Pórtico hendido hacia lo Imposible.
Pero al menos dedico a mí mismo un desprecio sin lágrimas,
Noble al menos por el gesto amplio con que arrojo
La ropa sucia que soy, sin motivo, para el decurso de las cosas,
Y me quedo en casa sin camisa.
(Tú que consuelas, que no existes y por eso consuelas,
O diosa griega, concebida como estatua con vida,
O patricia romana, imposiblemente noble y nefasta,
O princesa de trovadores, gentilísima y colorida,
O marquesa del siglo dieciocho, escotada y distante,
O cocotte célebre del tiempo de nuestros padres,
O no sé qué moderno —no concibo bien qué—,
Todo eso, sea lo que fuera, lo que sea, si puede inspirar ¡qué
inspire!
Mi corazón es un balde vacío.
Como invocan espíritus los que invocan espíritus me invoco
Me invoco a mí mismo y nada encuentro.
Me acerco a la ventana y veo la calle con una nitidez absoluta.
Veo las tiendas, veo las aceras, veo los coches que pasan.
Veo los entes vivos vestidos que se cruzan,
Veo los perros que también existen,
Y todo esto me pesa como un condena al destierro,
Y todo esto es extranjero, como todo.)
Viví, estudié, amé y hasta creí,
Y hoy no hay mendigo al que no envidie sólo por no ser yo.
En cada uno miro los andrajos y las llagas y la mentira,
Y pienso: tal vez nunca hayas vivido ni estudiado ni amado ni
creído
(Porque es posible hacer la realidad de todo eso sin hacer
nada de eso);
Tal vez hayas existido apenas, como un lagarto a quien cortan
la cola
Y que es cola más acá del lagarto que se retuerce.
Hice de mí lo que no supe,
Y lo que pude hacer de mí no lo hice.
Vestí un disfraz equivocado.
Me tomaron enseguida por quien no era, y no lo desmentí, y me
perdí.
Cuando quise arrancarme la máscara,
Estaba pegada a la cara.
Cuando la arrojé y me vi en el espejo,
Ya había envejecido.
Estaba borracho, y no sabía vestir el disfraz que no me había
quitado.
Arrojé la mascara y dormí en el vestidor
Como un perro tolerado por la gerencia
Por ser inofensivo
Y voy a escribir esta historia para probar que soy sublime.
Esencia musical de mis versos inútiles,
quién pudiera encontrarte como cosas que yo hice,
Y no quedarme siempre enfrente de la Tabaquería de enfrente,
Pisoteando la conciencia de estar existiendo,
Como un tapete con el que tropieza un borracho
O la esterilla que los gitanos roban y no vale nada.
Pero el Dueño de la Tabaquería se asomó a la puerta y se quedó
en ella.
Lo miro con la incomodidad de la cabeza torcida
Y con la incomodidad de una alma que mal entiende.
Él morirá y yo moriré.
Él dejará el letrero, yo dejaré versos.
Y un día morirá el letrero y también mis versos.
Después morirá la calle donde estuvo el letrero,
Y la lengua en que fueron escritos los versos.
Morirá después el planeta girante en que todo esto sucedió.
En otros satélites de otros sistemas cualquier cosa como nosotros
Continuará haciendo cosas como versos y viviendo debajo de las
cosas como letreros,
Siempre una cosa frente a otra,
Siempre una cosa tan inútil como la otra.
Siempre lo imposible tan estúpido como lo real,
Siempre el misterio del fondo tan cierto como el sueño del
misterio de la superficie,
Siempre ésta o aquella cosa o ni una ni la otra cosa.
Pero un hombre entró en la Tabaquería (¿a comprar tabaco?),
Y la realidad plausible cae de repente sobre mí.
Me incorporo a medias enérgico, convencido, humano,
Y voy a intentar escribir estos versos en los que digo lo contrario.
Enciendo un cigarro al pensar en escribirlos
Y saboreo en el cigarro la liberación de todos los pensamientos.
Sigo el humo como mi camino,
Y gozo, en un momento sensitivo y adecuado,
La liberación de todas las especulaciones
Y la conciencia de que la metafísica es la consecuencia de una
indisposición.
Después me reclino en la silla
Y sigo fumando.
Seguiré fumando hasta que el Destino me lo permita.
(Si me casase con la hija de mi lavandera
Tal vez sería feliz.)
Visto esto, me levanto de la silla. Me acerco a la ventana.
El hombre salió de la Tabaquería (¿guarda el cambio en el bolsillo
del pantalón?).
Ah, lo conozco: es Esteves sin metafísica.
(El Dueño de la Tabaquería llegó a la puerta.)
Como por un instinto divino, Esteves se volvió y me vio.
Hizo una señal de adiós, le grité ¡Adiós, Esteves!, y el universo
Se reconstruye en mí sin ideal ni esperanza, y el Dueño de la
Tabaquería sonrió.

*Álvaro de Campos
Versión de Miguel Ángel Flores

¿Por qué el arte? (respuesta a dos hemisferios)

Una de las razones por las que he ido incursionando en el mundo del arte es porque siento que es una de las pocas cosas que pueden conservar un halo de pureza. Creo que si tuviera que relatar mi relación con el arte tendría que comenzar por un día en el que me sentí asustada por un libro.

Tenía unos 8 años aproximadamente, estaba en la biblioteca de mi casa y vi un libro grande, delgado, que se mezclaba con los miles de papeles y guías de mi hermana que estudiaba Derecho. Agarré el libro y me pareció espantosa, visceralmente espantosa, aquella portada: era el cuadro Autorretrato con Mono de Frida Kahlo de 1938. Aquella mujer, Frida, me pareció tan antiestética que no pude resistirme a abrir las página y sumergirme en su fealdad. Ya lo decía antes, citando a Rilke, «todo ángel es terrible»; y creo que Frida, en la terribilidad, me sedujo al arte. Tanto así que, casi diez años después, hice mi «tesis» (trabajo de grado) de bachillerato sobre Frida Kahlo.

Luego, en mi inhabilidad de pintar, y mi facilidad para escribir (creo) me decanté por estudiar letras. Aún fiel enamorada de las artes… aún seducida por su poder hipnótico. Dejé letras luego de dos años, honestamente, porque sentía que no había arte en aquello; no sentía la pasión correr por los pasillos de aquella escuela que sentí algo acartonada. Leía mucho, sí. Pero escribir, escribir con el alma en vilo frente a la hoja de papel no. Nada de eso. Claro que hubo profesores maravillosos; pero me faltaba algo. No supe qué era. Sólo salí de allí con la esperanza de cambiarme de universidad a una donde las letras no sólo se estudiaran sino que se respiraran. El cambio tardaría más de dos años; así que en medio de mi «angustia contemporánea» me hablaron de una carrera novísima: Estudios Liberales.

Empecé a estudiar Estudios Liberales, estudié política, economía, filosofía, historia… política internacional… leí otra vez mucho; estudié casi todas las ramas humanistas. Tomé electivas de mitología, de literartura de vanguardia, de sociología, de fotografía… Me fascinó la libertad de la nueva casa de estudios… Supe entonces que no se trataba de la universidad, que se trataba de entregarme yo misma al arte. Irónicamente, un semestre inscribí Historia del Arte (volvía a los brazos del amado) pero fue terrible. No en la terribilidad de Rilke, sino en la pesadez de aquéllos que hacen del arte un tedio. Terminé retirando la materia y disfrutando más ver los libros de la Ed. Taschen que aquellas clases magistrales insensibles. Luego vi un curso de Literatura y Arte de Vanguardia que me hizo volver a sentir la emoción de la búsqueda: Duchamp, Tzara, Marinetti, Dalí, Bretón (no los pongo en orden sino como fluyen) y la memoria de la piel (a lo Kavafis) me recordó por qué amaba tanto al arte.

Al final, volvía a las letras con un Diplomado de escritura creativa, y volvía a las artes leyendo a Wilde, Sontag, Van Gogh, Gombrich, Hauser… leyendo sobre arte, leyendo artistas, leyendo sobre estética, porque aún leyendo a Hegel, a Hume, a Nietzsche o a Russell, vuelve a aparecerse el fantasma del arte como una sombra.

Luego, en el posgrado, hablando de finanzas internacionales, sigo apasionandome por el arte; veo el Indice Mei Moses, o Artactic o ArtPrice, veo las sumas de Sotherbys o Christie’s; reviso las inversiones en este magnífico mercado, tendencias, cifras, crecimiento, impacto, índice de confianza, y en ello soy capaz de ver a la humanidad apostando a la «poiesis», divagando sobre «el ser», asintiendo ante la más dura crítica del consumismo o diciendo que «el talento» de Degas es sublime. Veo a la gente «comprando» masivamente críticas al consumismo… veo las ironías de la sociedad envilecerse y reirse. Veo el miedo, el éxito, el fracaso, la decadencia y la cobardía, veo a la conciencia pasearse entre los pasillos del arte ¿O por qué en las guerras guardan las grandes piezas en búnkers? Veo en el arte la respuesta de las élites (y las masas) a la cultura, veo (con ojo antropológico)a la humanidad a través del arte. La belleza y la fealdad (si pueden lean a Eco con su Ha de la Belleza y la de la fealdad), la armonía y el caos, la visión de lo bueno y lo malo; las dicotomías del mundo están en el arte. Basta ver el arte barroco para comprender el miedo de la Iglesia Católica frente al desarrollo de las ciencias. O basta ver el Pop Art para comprender cuál fue el papel del capitalismo en el siglo XX.

A la pregunta de por qué el arte, intento responder cada día… ¿por qué dedicar mi vida al arte?

El arte es pasión, primero que nada, y es búsqueda. La búsqueda apasionada de un sentido. Este sentido, es, para todos, una forma esencial de la existencia. En esta línea de pensamiento, queda sólo decir que el arte es un medio común y es un objeto extendido de consumo. ¿creo que el arte carece de valor? No, creo que tiene un valor inestimable. ¿Creo que hay un precio? Si, no porque el arte tenga precio, sino porque vivir en este mundo lo tiene, y como los artistas son seres que viven en este mundo, pues creo que el arte ha tenido que tener precio; además el deseo extendido sobre las piezas (la demanda) ha terminado por poner precio a las pequeñas grandes muestras de sentido que son las piezas de arte (oferta).

Dedico entonces mi vida al arte en dos sentidos: quiero vivir el arte, apasionadamente y en mi propia búsqueda de sentido; y creo en vivir del arte, porque es la objetivación de nuestras pasiones y sentido de trascendencia; por tanto el mejor «producto» con el que contribuir al PIB y una de las mejores formas de inversión.

Mi misión, como la veo hoy día, es lograr hacer arte y que miles de artistas puedan vivir del arte, hacer del arte una profesión redituable, una inversión que ofrezca ganancias y en todo, como todo en la vida, que sea una pasión vívida.

Hoy, asumo que soy una de las fieles amantes del arte.

Para mí, el arte excita a los dos hemisferios…

¿Por qué el arte? (respuesta a dos hemisferios)

Una de las razones por las que he ido incursionando en el mundo del arte es porque siento que es una de las pocas cosas que pueden conservar un halo de pureza. Creo que si tuviera que relatar mi relación con el arte tendría que comenzar por un día en el que me sentí asustada por un libro.

Tenía unos 8 años aproximadamente, estaba en la biblioteca de mi casa y vi un libro grande, delgado, que se mezclaba con los miles de papeles y guías de mi hermana que estudiaba Derecho. Agarré el libro y me pareció espantosa, visceralmente espantosa, aquella portada: era el cuadro Autorretrato con Mono de Frida Kahlo de 1938. Aquella mujer, Frida, me pareció tan antiestética que no pude resistirme a abrir las página y sumergirme en su fealdad. Ya lo decía antes, citando a Rilke, «todo ángel es terrible»; y creo que Frida, en la terribilidad, me sedujo al arte. Tanto así que, casi diez años después, hice mi «tesis» (trabajo de grado) de bachillerato sobre Frida Kahlo.

Luego, en mi inhabilidad de pintar, y mi facilidad para escribir (creo) me decanté por estudiar letras. Aún fiel enamorada de las artes… aún seducida por su poder hipnótico. Dejé letras luego de dos años, honestamente, porque sentía que no había arte en aquello; no sentía la pasión correr por los pasillos de aquella escuela que sentí algo acartonada. Leía mucho, sí. Pero escribir, escribir con el alma en vilo frente a la hoja de papel no. Nada de eso. Claro que hubo profesores maravillosos; pero me faltaba algo. No supe qué era. Sólo salí de allí con la esperanza de cambiarme de universidad a una donde las letras no sólo se estudiaran sino que se respiraran. El cambio tardaría más de dos años; así que en medio de mi «angustia contemporánea» me hablaron de una carrera novísima: Estudios Liberales.

Empecé a estudiar Estudios Liberales, estudié política, economía, filosofía, historia… política internacional… leí otra vez mucho; estudié casi todas las ramas humanistas. Tomé electivas de mitología, de literartura de vanguardia, de sociología, de fotografía… Me fascinó la libertad de la nueva casa de estudios… Supe entonces que no se trataba de la universidad, que se trataba de entregarme yo misma al arte. Irónicamente, un semestre inscribí Historia del Arte (volvía a los brazos del amado) pero fue terrible. No en la terribilidad de Rilke, sino en la pesadez de aquéllos que hacen del arte un tedio. Terminé retirando la materia y disfrutando más ver los libros de la Ed. Taschen que aquellas clases magistrales insensibles. Luego vi un curso de Literatura y Arte de Vanguardia que me hizo volver a sentir la emoción de la búsqueda: Duchamp, Tzara, Marinetti, Dalí, Bretón (no los pongo en orden sino como fluyen) y la memoria de la piel (a lo Kavafis) me recordó por qué amaba tanto al arte.

Al final, volvía a las letras con un Diplomado de escritura creativa, y volvía a las artes leyendo a Wilde, Sontag, Van Gogh, Gombrich, Hauser… leyendo sobre arte, leyendo artistas, leyendo sobre estética, porque aún leyendo a Hegel, a Hume, a Nietzsche o a Russell, vuelve a aparecerse el fantasma del arte como una sombra.

Luego, en el posgrado, hablando de finanzas internacionales, sigo apasionandome por el arte; veo el Indice Mei Moses, o Artactic o ArtPrice, veo las sumas de Sotherbys o Christie’s; reviso las inversiones en este magnífico mercado, tendencias, cifras, crecimiento, impacto, índice de confianza, y en ello soy capaz de ver a la humanidad apostando a la «poiesis», divagando sobre «el ser», asintiendo ante la más dura crítica del consumismo o diciendo que «el talento» de Degas es sublime. Veo a la gente «comprando» masivamente críticas al consumismo… veo las ironías de la sociedad envilecerse y reirse. Veo el miedo, el éxito, el fracaso, la decadencia y la cobardía, veo a la conciencia pasearse entre los pasillos del arte ¿O por qué en las guerras guardan las grandes piezas en búnkers? Veo en el arte la respuesta de las élites (y las masas) a la cultura, veo (con ojo antropológico)a la humanidad a través del arte. La belleza y la fealdad (si pueden lean a Eco con su Ha de la Belleza y la de la fealdad), la armonía y el caos, la visión de lo bueno y lo malo; las dicotomías del mundo están en el arte. Basta ver el arte barroco para comprender el miedo de la Iglesia Católica frente al desarrollo de las ciencias. O basta ver el Pop Art para comprender cuál fue el papel del capitalismo en el siglo XX.

A la pregunta de por qué el arte, intento responder cada día… ¿por qué dedicar mi vida al arte?

El arte es pasión, primero que nada, y es búsqueda. La búsqueda apasionada de un sentido. Este sentido, es, para todos, una forma esencial de la existencia. En esta línea de pensamiento, queda sólo decir que el arte es un medio común y es un objeto extendido de consumo. ¿creo que el arte carece de valor? No, creo que tiene un valor inestimable. ¿Creo que hay un precio? Si, no porque el arte tenga precio, sino porque vivir en este mundo lo tiene, y como los artistas son seres que viven en este mundo, pues creo que el arte ha tenido que tener precio; además el deseo extendido sobre las piezas (la demanda) ha terminado por poner precio a las pequeñas grandes muestras de sentido que son las piezas de arte (oferta).

Dedico entonces mi vida al arte en dos sentidos: quiero vivir el arte, apasionadamente y en mi propia búsqueda de sentido; y creo en vivir del arte, porque es la objetivación de nuestras pasiones y sentido de trascendencia; por tanto el mejor «producto» con el que contribuir al PIB y una de las mejores formas de inversión.

Mi misión, como la veo hoy día, es lograr hacer arte y que miles de artistas puedan vivir del arte, hacer del arte una profesión redituable, una inversión que ofrezca ganancias y en todo, como todo en la vida, que sea una pasión vívida.

Hoy, asumo que soy una de las fieles amantes del arte.

Para mí, el arte excita a los dos hemisferios…