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¿Qué sabes del amor?

Un poema perdido en un tiempo pasado, un poema que recuerda la importancia del reencuentro y el empeño; un poema que me habla de la fortuna y de la imposibilidad de tenerte lejos. 

À toi.

Qué sabes del amor cuando lo abandonas,

qué sabes del amor cuando no ves que aquí estoy

qué sabes del amor que te acepta, y te abre

cuando te cierras enteramente al interior.

Qué sabes del amor cuando te estorba

cuando evades la mirada hacia un mundo hostil

cuando olvidas las palabras, que significan algo

cuando sólo provocas ganas de dormir.

Qué sé del amor aquí amándote,

cuando estoy sola por las noches intentando verte;

qué sabemos del amor, si no hay cercanía

y somos dos extraños que se empeñan en la nada.

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«La renuncia» Andrés Eloy Blanco

Andrés Eloy Blanco (Cumaná, Venezuela, 6 de agosto de 1897 – Ciudad de México, 21 de Mayo de 1955) es de esos poetas que usa el verbo con una acuciosidad admirable.  Este poema es una lección, casi budista, al desapego. La realidad implica renuncia, implica pararse sobre los propios pies para dar paso a la pertenencia absoluta. Lo demás es fortuito y ajeno.

Los dejo con Andrés Eloy…

———————————————-

He renunciado a ti. No era posible
Fueron vapores de la fantasía;
son ficciones que a veces dan a lo inaccesible
una proximidad de lejanía.

Yo me quedé mirando cómo el río se iba
poniendo encinta de la estrella…
hundí mis manos locas hacia ella
y supe que la estrella estaba arriba…

He renunciado a ti, serenamente,
como renuncia a Dios el delincuente;
he renunciado a ti como el mendigo
que no se deja ver del viejo amigo;

Como el que ve partir grandes navíos
como rumbo hacia imposibles y ansiados continentes;
como el perro que apaga sus amorosos brios
cuando hay un perro grande que le enseña los dientes;

Como el marino que renuncia al puerto
y el buque errante que renuncia al faro
y como el ciego junto al libro abierto
y el niño pobre ante el juguete caro.

He renunciado a ti, como renuncia el loco a la palabra que su boca pronuncia;
como esos granujillas otoñales,
con los ojos estáticos y las manos vacías,
que empañan su renuncia, soplando los cristales en los escaparates de las confiterías…

He renunciado a ti, y a cada instante
renunciamos un poco de lo que antes quisimos
y al final, !cuantas veces el anhelo menguante
pide un pedazo de lo que antes fuimos!

Yo voy hacia mi propio nivel. Ya estoy tranquilo.
Cuando renuncie a todo, seré mi propio dueño;
desbaratando encajes regresaré hasta el hilo.
La renuncia es el viaje de regreso del sueño…

Lee todo en: LA RENUNCIA – Poemas de Andrés Eloy Blanco http://www.poemas-del-alma.com/andres-eloy-blanco-la-renuncia.htm#ixzz3VERCVEQR

Se rompen las ganas… #Literatura

Se rompe el amor de tanto olvido

Se rompen las ganas de querer quererte

Se rompe la forma de soñarte
real, latente, de cerca
para comenzar a ver la distancia
de muros, de voces,
de humos

sin trascendecia.

Se rompe el recuerdo
de las profusas sonrisas,
del sol y la brisa
que movía tu cabellos;

-de las mil fotografías de tu cuerpo y el mar-

rompes la belleza del dialecto inventado,
en la década vibrante de ser y de estar.

Rompes el silencio que trae la serenidad,
por el ruido sordo de la mezquindad
tres o cuatro frases de una ciudad cotidiana
Que no sabe de tacto,
que no sabe de nada…

Se rompe el vínculo tatuado en el alma.

Se me rompen las ganas de verte mañana.

Triste final de vejez apresurada, de resignaciones y cobardía,

de aquél que roba sueños, por pretensiones lejanas…

Se acabó la búsqueda
de cercanías innovadas.

(La piedra de Wyslawa se ha vuelto inmediata…)

No es de piedra, despertará mañana
en la tristeza de palacios no visitados
de grandiosidad no revelada
y sabiendo,
que la fantasía de la distancia
se cobra:
En la realidad.

Se rompió la noche
– con su lugar de paz-

pero en mi sigue existiendo…

aunque se rompen las ganas que hilaban invisibles tu nombre, placer y eternidad.

Nada es así. Porque no somos un par de zapatos viejos que tirar por el bajante…

Y lo sabemos.

Las cosas esenciales no tienen material para romperse.

Del banquete… de Platón

«Préstame ahora, Sócrates, toda la atención de que eres capaz. El que en los misterios del amor se haya elevado hasta el punto en que estamos, después de haber recorrido en orden conveniente todos los grados de lo bello y llegado, por último, al término de la iniciación, percibirá como un relámpago una belleza maravillosa, aquella ¡oh Sócrates!, que era objeto de todos sus trabajos anteriores; belleza eterna, increada e imperecible, exenta de aumento y de disminución; belleza que no es bella en tal parte y fea en cual otra, bella sólo en tal tiempo y no en tal otro, bella bajo una relación y fea bajo otra, bella en tal lugar y fea en cual otro, bella para estos y fea para aquellos; belleza que no tiene nada de sensible como el semblante o las manos, ni nada de corporal; que tampoco es este discurso o esta ciencia; que no reside en ningún ser diferente de ella misma, en un animal, por ejemplo, o en la tierra, o en el cielo, o en otra cosa, sino que existe eterna y absolutamente por sí misma y en sí misma; de ella participan todas las demás bellezas, sin que el nacimiento ni la destrucción de estas cansen ni la menor disminución ni el [350] menor aumento en aquellas ni la modifiquen en nada. Cuando de las bellezas inferiores se ha elevado, mediante un amor bien entendido de los jóvenes, hasta la belleza perfecta, y se comienza a entreverla, se llega casi al término; porque el camino recto del amor, ya se guíe por sí mismo, ya sea guiado por otro, es comenzar por las bellezas inferiores y elevarse hasta la belleza suprema, pasando, por decirlo así, por todos los grados de la escala de un solo cuerpo bello a dos, de dos a todos los demás, de los bellos cuerpos a las bellas ocupaciones, de las bellas ocupaciones a las bellas ciencias, hasta que de ciencia en ciencia se llega a la ciencia por excelencia, que no es otra que la ciencia de lo bello mismo, y se concluye por conocerla tal como es en sí. ¡Oh, mi querido Sócrates!, prosiguió la extranjera de Mantinea, si por algo tiene mérito esta vida, es por la contemplación de la belleza absoluta, y si tú llegas algún día a conseguirlo, ¿qué te parecerán, cotejado con ella, el oro y los adornos, los niños hermosos y los jóvenes bellos, cuya vista al presente te turba y te encanta hasta el punto de que tú y muchos otros, por ver sin cesar a los que amáis, por estar sin cesar con ellos, si esto fuese posible, os privaríais con gusto de comer y de beber, y pasaríais la vida tratándolos y contemplándolos de continuo? ¿Qué pensaremos de un mortal a quien fuese dado contemplar la belleza pura, simple, sin mezcla, no revestida de carne ni de colores humanos y de las demás vanidades perecibles, sino siendo la belleza divina misma? ¿Crees que sería una suerte desgraciada tener sus miradas fijas en ella y gozar de la contemplación y amistad de semejante objeto? ¿No crees, por el contrario, que este hombre, siendo el único que en este mundo percibe lo bello, mediante el órgano propio para percibirlo, podrá crear, no imágenes de virtud, puesto que no se une a imágenes, sino virtudes verdaderas, pues que es la verdad a la que se consagra? Ahora bien, sólo al que produce y alimenta [351] la verdadera virtud corresponde el ser amado por Dios; y si algún hombre debe ser inmortal, es seguramente éste.»

En medio de la nada…

En medio de la nada apareces

para reconciliarme con el mundo

un ángel caído en medio de la cotidianidad marchita

unos ojos de girasol que brillan en el desierto

una voz calmada que arrulla dragones

la forma más pura de la palabra belleza.

La otra cara de los límites

dulzura absoluta

una tierna cara dura,

con sapiencia infinita.

Dando vida, en los ocasos

dando voz, en los silencios

dando amor, en los espacios

cuerpo lejano, eterno, sin cuerpo

como sólo las cosas importantes pueden ser.

Estás aquí, estoy allí

Aunque a veces la cotidianidad pretenda disimularnos

con vanos y tercos desvíos existenciales,

relojes, desesperos, rangos o planes…

Porque la existencia misma cobra sentido en tu cuerpo

el tiempo nunca ha sido suficiente en tu regazo

el desespero es la huella de las dicotomías
Lo eterno y efímero en un segundo

y el amor no acepta pasos, es compañía.
-sin retazos-

Búsqueda infinita de alcanzar el cielo,

ése al que perteneces…

Estoy aquí,

aunque el mundo quiera borrarnos.

En medio de la nada,
de esta nada de cosas…

me sucede que te extraño.