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¿Qué sabes del amor?

Un poema perdido en un tiempo pasado, un poema que recuerda la importancia del reencuentro y el empeño; un poema que me habla de la fortuna y de la imposibilidad de tenerte lejos. 

À toi.

Qué sabes del amor cuando lo abandonas,

qué sabes del amor cuando no ves que aquí estoy

qué sabes del amor que te acepta, y te abre

cuando te cierras enteramente al interior.

Qué sabes del amor cuando te estorba

cuando evades la mirada hacia un mundo hostil

cuando olvidas las palabras, que significan algo

cuando sólo provocas ganas de dormir.

Qué sé del amor aquí amándote,

cuando estoy sola por las noches intentando verte;

qué sabemos del amor, si no hay cercanía

y somos dos extraños que se empeñan en la nada.

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De aquí a la eternidad por Cristina Peri Rossi #Literatura

Eternidad
No he amado las almas, es verdad,
sus pequeñas miserias
sus rencores sus venganzas
sus odios su soberbia
en cambio he amado genrosamente
algunos cuerpos
mi amor los ha embellecido
más que el maquillaje
mi amor los ha enaltecido
siempre es más fácil amar un seno flácido
un ojo ligeramente estrábico
que el mal carácter
la mezquindad
o el narcisismo
llamado otrosí ego.
No he amado las almas, es verdad,
sus pequeñas miserias
sus rencores sus venganzas
sus odios sus soberbia
en cambio
he amado hasta el éxtasis
algunos cuerpos
no necesariamente hermosos.

 La Balada del Café Triste (fragmento) #Literatura

» Ante todo, el amor es una experiencia compartida por dos personas, pero esto no quiere decir que la experiencia sea la misma para las dos personas interesadas. Hay el amante y el amado, pero estos dos proceden de regiones distintas. Muchas veces la persona amada es sólo un estímulo para todo el amor dormido que se ha ido acumulando desde hace tiempo en el corazón del amante. Y de un modo u otro todo amante lo sabe. Siente en su alma que su amor es algo solitario. Conoce una nueva y extraña soledad, y este conocimiento le hace sufrir. Así que el amante apenas puede hacer una cosa: cobijar su amor en su corazón lo mejor posible; debe crearse un mundo interior completamente nuevo, un mundo intenso y extraño, completo en sí mismo. Y hay que añadir que este amante no tiene que ser necesariamente un joven que esté ahorrando para comprar un anillo de boda: este amante puede ser hombre, mujer, niño; en efecto, cualquier criatura humana sobre esta tierra. Pues bien, el amado también puede pertenecer a cualquier categoría. La persona más estrafalaria puede ser un estímulo para el amor. Un hombre puede ser un bisabuelo chocho y seguir amando a una muchacha desconocida que vio una tarde en las calles de Cheehaw dos décadas atrás. Un predicador puede amar a una mujer de la vida. El amado puede ser traicionero, astuto o tener malas costumbres. Sí, y el amante puede verlo tan claramente como los demás, pero sin que ello afecte en absoluto la evolución de su amor. La persona más mediocre puede ser objeto de un amor turbulento, extravagante y hermoso como los lirios venenosos de la ciénaga. Un buen hombre puede ser el estímulo para un amor violento y degradado, y un loco tartamudo puede despertar en el alma de alguien un cariño tierno y sencillo. Por lo tanto, el valor y la calidad del amor están determinados únicamente por el propio amante. Por este motivo, la mayoría de nosotros preferimos amar que ser amados. Casi todo el mundo quiere ser el amante. Y la verdad a secas es que de un modo profundamente secreto, la condición de ser amado es, para muchos, intolerable. El amado teme y odia al amante, y con toda la razón. Pues el amante está tratando continuamente de desnudar al amado. El amante implora cualquier posible relación con el amado, incluso si esta experiencia sólo puede causarle dolor.
(…)
La bebida de la señorita Amelia tiene una cualidad especial. Se nota limpia y fuerte en la lengua, pero una vez dentro de uno irradia un calor agradable durante mucho tiempo. Y eso no es todo. Como es sabido, si se escribe un mensaje con jugo de limón en una hoja de papel, no quedan señas de él. Pero si se pone el papel un momento delante del fuego, las letras se vuelven marrones y se puede leer lo que contiene. Imaginen que el whisky es el fuego y que el mensaje es lo más recóndito del alma de un hombre: sólo así se comprende lo que vale la bebida de la señorita Amelia. Cosas que han pasado inadvertidas, pensamientos ocultos en la profunda oscuridad de la mente, de pronto son reconocidos y comprendidos. Un obrero textil que no piensa más que en telar, en la fresquera, en la cama y vuelta al telar; este obrero bebe unas copas el domingo y se tropieza con un lirio de la ciénaga. Y toma esta flor y la pone en la palma de su mano, examina el delicado cáliz de oro y de pronto le invade una dulzura tan intensa como un dolor. Y ese obrero levanta de pronto la mirada y ve por primera vez el frío y misterioso resplandor del cielo de una noche de enero, y un profundo terror ante su propia pequeñez le oprime el corazón. Cosas como éstas son las que ocurren cuando uno ha tomado la bebida de la señorita Amelia. Uno podrá sufrir o podrá consumirse de alegría, pero la experiencia le habrá mostrado la verdad; habrá calentado su alma y habrá visto el mensaje que se ocultaba en ella.
(…)
La verdadera historia de amor es la que tiene lugar en el corazón de los amantes, y ésta nadie sino ellos pueden llegar a conocerla. El amor en todo caso es una experiencia en la que siempre conviven lo cómico y lo sublime.
«

La Balada del Café Triste (Carson McCullers)

La alegría y el egoísmo -microcuento-

La alegría y el egoísmo fueron al campo un día; y alegría brincaba y saltaba con la euforía que la caracteriza…

Egoísmo la veía y buscaba cubrirla -estaba paranoico- miraba a todos lados, buscando cualquier presencia.

Alegría seguía bailando y llamaba a Egoísmo para que la siguiese y él persistía sólo mirando a su alrededor intentando que nadie viera a Alegría… hasta que ella se cansó de bailar sola y se fue persiguiendo al sol…

Sólo cuando la luna alcanzó su punto más alto, y la noche cayó definitivamente, Egoísmo se percató de que no sólo nadie estaba amenazando a alegría, sino que él la había perdido por intentar resguardarla.

Alegría ahora danza a campo abierto… y egoísmo espera al amanecer a ver si logra encontrarla.

«La renuncia» Andrés Eloy Blanco

Andrés Eloy Blanco (Cumaná, Venezuela, 6 de agosto de 1897 – Ciudad de México, 21 de Mayo de 1955) es de esos poetas que usa el verbo con una acuciosidad admirable.  Este poema es una lección, casi budista, al desapego. La realidad implica renuncia, implica pararse sobre los propios pies para dar paso a la pertenencia absoluta. Lo demás es fortuito y ajeno.

Los dejo con Andrés Eloy…

———————————————-

He renunciado a ti. No era posible
Fueron vapores de la fantasía;
son ficciones que a veces dan a lo inaccesible
una proximidad de lejanía.

Yo me quedé mirando cómo el río se iba
poniendo encinta de la estrella…
hundí mis manos locas hacia ella
y supe que la estrella estaba arriba…

He renunciado a ti, serenamente,
como renuncia a Dios el delincuente;
he renunciado a ti como el mendigo
que no se deja ver del viejo amigo;

Como el que ve partir grandes navíos
como rumbo hacia imposibles y ansiados continentes;
como el perro que apaga sus amorosos brios
cuando hay un perro grande que le enseña los dientes;

Como el marino que renuncia al puerto
y el buque errante que renuncia al faro
y como el ciego junto al libro abierto
y el niño pobre ante el juguete caro.

He renunciado a ti, como renuncia el loco a la palabra que su boca pronuncia;
como esos granujillas otoñales,
con los ojos estáticos y las manos vacías,
que empañan su renuncia, soplando los cristales en los escaparates de las confiterías…

He renunciado a ti, y a cada instante
renunciamos un poco de lo que antes quisimos
y al final, !cuantas veces el anhelo menguante
pide un pedazo de lo que antes fuimos!

Yo voy hacia mi propio nivel. Ya estoy tranquilo.
Cuando renuncie a todo, seré mi propio dueño;
desbaratando encajes regresaré hasta el hilo.
La renuncia es el viaje de regreso del sueño…

Lee todo en: LA RENUNCIA – Poemas de Andrés Eloy Blanco http://www.poemas-del-alma.com/andres-eloy-blanco-la-renuncia.htm#ixzz3VERCVEQR

Felicidad o eudaimonía. Las preguntas de la modernidad. De Aristóteles a Bauman

Pensar en la felicidad es un ejercicio que, de hacerse concienzudamente, recae sobre la Academia. No porque derive en un ensayo filosófico o en una definición de diccionario, sino por el simple hecho de que no podemos reparar en ello sin pensar en qué luces pueden darnos aquéllos que han venido pensando reposadamente e insistentemente en las respuestas a estas preguntas.

Aristóteles dice: «Puesto que la felicidad (o placer) es aquello que acompaña a la realización del fin propio de cada ser vivo, la felicidad que le corresponde al hombre es la que le sobreviene cuando realiza la actividad que le es más propia y cuando la realiza de un modo perfecto; es más propio del hombre el alma que el cuerpo por lo que la felicidad humana tendrá que ver más con la actividad del alma que con la del cuerpo; y de las actividades del alma con aquella que corresponde a la parte más típicamente humana, el alma intelectiva o racional. Como en el alma intelectiva encontramos el entendimiento o intelecto y la voluntad, y llamamos virtud a la perfección de una disposición natural, la felicidad más humana es la que corresponde a la vida teorética o de conocimiento (por ello el hombre más feliz es el filósofo, y lo es cuando su razón se dirige al conocimiento de la realidad más perfecta, Dios), y a la vida virtuosa. Finalmente, y desde un punto de vista más realista, Aristóteles también acepta que para ser feliz es necesaria una cantidad moderada de bienes exteriores y afectos humanos.  En resumen, Aristóteles hace consistir la felicidad en la adquisición de la excelencia (virtud) del carácter y de las facultades intelectivas.» (1)

Ahora bien, es interesante lo que otro filósofo, más moderno señala: «La libertad es lo que elige todo ser, como ser y racional»  puesto que «El individuo se somete a la sociedad y esta sumisión es la condición de su liberación. Para el hombre, la liberación consiste en liberarse de las fuerzas físicas ciegas e irracionales; lo consigue oponiéndoles la enorme inteligente fuerza de la sociedad bajo cuya protección se ampara…»  pero esto no es todo. Bauman en una entrevista dice: «Hay que replantearse el concepto de felicidad, se lo digo totalmente en serio» (…) «Generamos una especie de sentido de la culpabilidad que nos lo impide» porque nos dejamos llevar por la cotidianidad de «elecciones» y «costos de oportunidad» que nos someten a un círculo de pago de prebendas por la falta de tiempo para ser felices. (2)

Mi pregunta es… ¿Qué alimenta al alma? ¿Qué conocimiento nos da la vida para ser felices? ¿Qué papel juega la libertad racional con el justo tiempo para alimentar el alma? ¿Cómo el amor puede liberarnos día a día para hacerse parte del alimento del alma? ¿Cómo mitigar esta modernidad líquida y salvar el ritmo del corazón entre los sonidos de los automóviles?

Bauman repara en ello cuando plantea ¿Qué hay de malo en la felicidad? y empieza así:

«La búsqueda de la felicidad, que ocupa nuestro pensamiento gran parte del tiempo y llena la mayor parte de nuestra vida –como seguramente reconocerán la mayoría de los lectores–, no puede reducir su presencia ni mucho menos detenerse… más que por un momento (fugaz, siempre fugaz). ¿Por qué esta pregunta nos desconcierta? Porque preguntar “qué hay de malo en la felicidad” es como preguntar qué hay de cálido en el hielo o qué hay de hediondo en la rosa. Siendo el hielo incompatible con el calor y la rosa con el hedor, este tipo de preguntas asume la verosimilitud de una coexistencia inconcebible (donde hay calor no puede haber hielo). En realidad, ¿cabría la posibilidad de que hubiera algo malo en la felicidad? ¿Acaso la palabra felicidad no es sinónimo de la ausencia del mal? ¿De la imposibilidad de su presencia? ¿De la imposibilidad de todo y cualquier tipo de mal? Sin embargo, ésta es la pregunta que plantea Michael Rustin1 , como la ha planteado antes que él un buen número de personas preocupadas y como probablemente lo harán otros en el futuro. Rustin explica la razón: sociedades como la nuestra, movidas por millones de hombres y mujeres que buscan la felicidad, se vuelven más prósperas, pero no está nada claro que se vuelvan más felices. Parece como si la búsqueda humana de la felicidad fuera un engaño. Todos los datos empíricos disponibles sugieren que entre las poblaciones de sociedades desarrolladas puede no existir una relación entre una riqueza cada vez mayor, que se considera el principal vehículo hacia una vida feliz, y un mayor nivel de felicidad. «

Sigo pensando que hay un acto de fe, racional, en mirar al otro y poder ser uno mismo… pero no es fácil.  Hay que buscar ese justo medio entre lo externo y lo interno, el otro y yo, es un camino que exige perspectiva. Moderación. Nuevamente saltan a mi mente los Griegos y sus nociones helénicas del mundo.

Seguiremos pensando… y salvándonos en ser felices en medio de la marea moderna.

Por lo pronto seguiré leyendo: https://zoonpolitikonmx.files.wordpress.com/2014/05/quc3a9-hay-de-malo-en-la-felicidad-bauman2.pdf

——–

(1) http://www.e-torredebabel.com/Historia-de-la-filosofia/Filosofiagriega/Aristoteles/Felicidad.htm

(2) http://prodavinci.com/2013/06/22/perspectivas/zygmunt-bauman-hay-que-replantearse-el-concepto-de-felicidad/

(3) http://www.lavanguardia.com/vida/20140517/54408010366/zygmunt-bauman-dificil-encontrar-feliz-ricos.html

un poema de amor

un poema de amor puede decir muchas cosas

un poema de amor puede ser una promesa

puede ser un tributo

una memoria

adiós.

un poema de amor puede hablar de cuerpos

puede hablar de espacios

de tiempo

dolor.

un poema de amor puede ser un concierto

puede ser una caricia

una fragancia

voz.

Un poema de amor puede ser pretensión

puede ser soledad

un guiño

ficción.

Un poema de amor puede ser un reencuentro

puede ser la espera

el ansia

emoción.

Un poema de amor puede ser tantas cosas, falsas, ciertas, grandes, chicas, redondas, cuadradas, nobles, raras, obsoletas, repetidas, femeninas, masculinas, andróginas, invisibles, lejanas, agobiantes, exactas, efímeras, seductoras, indomesticables, eternas o mudas.

Un poema de amor, a veces, sólo a veces, raras y maravillosas, es el espacio a tu lado donde falta un cuerpo, su cuerpo, y el alma que lo contiene.

Un poema de amor a veces, sólo a veces, raras y maravillosas,  no puede ser escrito; porque la verdad, como la nada, es indemostrable.

Un poema de amor a veces, sólo a veces, raras y maravillosas, comienza a escribirse solo en el trascurrir de los años con palabras de un lenguaje desconocido.

Así, declaro mi incapacidad para escribirte, con estas letras, un poema de amor.

Del Amor y el Placer, entre tantas cosas…

«De todos nuestros juegos, es el único que amenaza trastornar el alma, y el único donde el jugador se abandona por fuerza al delirio del cuerpo» como afirma M. Youcenar  un juego de deleite que trastoca las posibilidades del tablero, que le da vuelta, que lo aglutina, que lo contiene y desafía. Un juego donde perderse es la forma de ganar.

Cuántas veces me he preguntado qué es el amor, y sigo sin hallar las palabras exactas que satisfagan mis sentidos, mis mediatos sentidos, y el sentido supremo del que habla Wyslawa el de «la participación». Quizá ahí se desdibuja la clave que debe esbozarlo en «participar de él». Y es que definirlo es aprisionarlo y el amor nunca puede estar cautivo.  Seducción.  Eros, como el amor, es el deseo, decía Platón en El Banquete, se desea lo bueno, por tanto el amor es bello y bueno, es deseable. Lo bueno es bello, lo bello es bueno. Hay una interacción recíproca entre lo bello y lo bueno que imposibilita la existencia del uno sin el otro.

El deseo es incitación, satisfacción parcial, continua recordación de imposibilidad de satisfacción. Es inacabado.  ¿Acaso hay fin para la belleza? ¿Acaso puede entenderse una belleza absoluta? Darle meta a la belleza es darle muerte.  Y darle muerte a la belleza es condenar a la seducción. Por tanto la belleza ha de ser incompleta y buena. Y su deseo insatisfecho es la seducción.  Tampoco puede apresarse a la belleza porque eso es el canon, y el canon varía. Por ello no podemos acabar a la belleza, sino desearle.  ¿Cómo pensar en el deseo? ¿Es carencia? Algo así también se esbozaba en el Banquete. Diciendo que Eros era hijo de Penía (la pobreza) y Poros.  Debe entonces  se instancia intermedia entre lo bello y la carencia, la forma de memoria de lo temporal.  La seducción es la incitación que invita a la satisfacción temporal.  Una vez escribí «placer perfecto es el que incita pero no satisface» sino que invita a recomenzar.

Casi doce años de visitar el mismo cuerpo… perdón… Nunca es el mismo. Por ello me maravilla sus instancias intermedias, sus evocaciones lujuriosas, sus sentidos mediatos e infinitos a la vez.  La voz que reclama la continuidad del placer, la caricia constante, la sombra que cambia con la luz del ambiente, los dibujos de unos dedos curiosos, de una mano firme, un temblor repentino, un pequeño grito de muerte -como decía Cortázar- que da vida.  El olor familiar y la gama de nuevos descubrimientos.  El constante cambio. Los mil cuerpos de tu cuerpo, como escribió O. Paz.

Llamo a Heráclito el Oscuro «bajo dos veces al mismo cuerpo, y la segunda vez ni el cuerpo ni yo somos los mismos» – prefiero el cuerpo que el río. Bajo durante doce años y cada vez no somos los mismos… pero nos reconocemos y exploramos con efusiva calma, con clandestinidad y con la paciencia del naufragio elegido en la pareja. Ése que permite la exploración del destino entendiendo que no hay otro lugar, ése que impone buscar con deseo, con cautela, con apetito, con avidez y astucia.

Regreso a Youcenar: «El juego misterioso que va del amor a un cuerpo al amor de una persona me ha parecido lo bastante bello como para consagrarle parte de mi vida. Las palabras engañan, puesto que la palabra placer abarca realidades contradictorias, comporta a la vez las nociones de tibieza, dulzura, intimidad de los cuerpos, y las de violencia, agonía y grito»

Quizás hay en cada forma un poco de agonía y renacimiento… quizá no hay engaño posible porque abarca la incitación de todo mundo posible y consentido entre dos.

Bauman «libertad es lo que hace un ser en tanto que ser y racional». Reparo entonces del Amor, del placer, de la seducción… todo lo consentido por tocar el infinito y, eso sí, después olvidarlo… sólo para recomenzar.

Volveré entonces por la mañana a mirarte a los ojos para asemejarlos a algún elemento de la naturaleza… y sentirte temblar.

Así… te quiero siempre, te deseo.

 

Alexis o el tratado del Inútil Combate de Marguerite Youcenar

Presiento que lo que estoy escribiendo se hace cada vez más confuso.
Seguramente me bastaría para hacerme comprender, con emplear
unos términos precisos, que ni siquiera son indecentes porque son
científicos. Pero no los emplearé. No creas que les tengo miedo: no
se debe tener miedo a las palabras, cuando se ha consentido en los
hechos. Sencillamente, no puedo. No puedo, no sólo por delicadeza
y porque me dirijo a ti, sino porque tampoco puedo ante mí
mismo. Sé que hay nombres para todas las enfermedades y aquello
de lo que quiero hablarte pasa por ser una enfermedad. Yo mismo
lo creía sí durante mucho tiempo. Pero no soy médico y ni siquiera
estoy seguro de ser un enfermo. La vida, Mónica, es más compleja
que todas las definiciones posibles; toda imagen simplificada corre
el riesgo de ser grosera. No creas tampoco que apruebo a los poetas
por evitar los términos exactos, ya que sólo saben hablar de sus
sueños. Hay mucha verdad en los sueños de los poetas, pero no
toda la vida está contenida en ellos. La vida es algo más que la
poesía, algo más que la fisiología e incluso que la moral en la que
he creído tanto tiempo. Es todo eso y es mucho más: es la vida. Es
nuestro único bien y nuestra única maldición. Vivimos, Mónica.
Cada uno de nosotros tiene su vida particular, única, marcada por
todo el pasado sobre el que no tenemos ningún poder y que a su
vez nos marca, por poco que sea, todo el porvenir. Nuestra vida.
Una vida que sólo a nosotros pertenece, que no viviremos más que
una vez y que no estamos seguros de comprender del todo. Y lo
que digo aquí sobre una vida «entera», podría decirse en cada
momento de ella. Los demás ven nuestra presencia, nuestros
ademanes, nuestra manera de formar las palabras con los labios:
sólo nosotros podemos ver nuestra vida. Es extraño: la vemos, nos

sorprende que sea como es y no podemos hacer nada para
cambiarla. Incluso cuando la estamos juzgando estamos
perteneciéndole; nuestra aprobación o nuestra censura forman
parte de ella; siempre es ella la que se refleja en ella misma. Porque
no hay nada más: el mundo sólo existe, para cada uno de nosotros
en la medida en que confine a nuestra vida. Y los elementos que la
componen son inseparables: sé muy bien que los instintos que nos
enorgullecen y aquellos que no queremos confesar tienen, en el
fondo, un origen común. No podríamos suprimir ni uno de ellos
sin modificar todos los demás. Las palabras sirven a tanta gente,
Mónica, que ya no le convienen a nadie; ¿cómo podría un término
científico explicar una vida? Ni siquiera explica lo que es un acto;
lo nombra y lo hace siempre igual; sin embargo, no hay dos hechos
idénticos en vidas diferentes, ni quizás a lo largo de una misma
vida. Después de todo, los hechos son sencillos; es fácil contarlos;
puede que ya lo sospeches. Pero aunque lo supieras todo, aún me
quedaría explicarme a mí mismo (…)