La ciudad no es la misma si no escucha tus pasos. Encuentra golpeteos parecidos que a veces pueden confundirse con reminiscencias de lo que hemos sido. Quizás ya no somos. Aquél que dijo que tú y yo ya no somos los de ayer, se confirma. Cada día da la vuelta y siente un morboso placer en cambiarnos. Basta una palabra llave, un gesto, una caricia, para transformar el rostro o volverlo melancólico. Comienzas a aparecer ante mis ojos, con formas diferentes, o quizás solamente, extraño tu olor.