Y nació la nueva contienda electoral: PPK vs Keiko. Estos «morochos» como decimos en Venezuela, son hijos del mismo padre, el Sr. Derecha. El varón tiene más rasgos tecnocráticos —se parece al padre— y la niña tiene dotes pragmáticas, como el «otro» padre. En todo caso, el tema que nos ocupa no será el futuro de los morochos de cara al 5 de junio. Sino cómo está la madre: la política peruana.
La política peruana, y la latinoamericana, tienen grandes retos. Me atrevo a decir que el primero es dejar de lado la visión inescrupulosa del poder, la eterna depresión post-parto inducida por los «intelectuales» románticos (en el sentido expreso de la corriente literaria) por depresivos, ególatras, pesimistas, melancólicos, desengañados y disconformes que renuncian a tomar riendas del tiempo en el que les tocó vivir.
La noción utilitaria y deslastrada de fe y principios que sigue fabricando políticos de «escena» que sólo sirven para destruir al sistema. Hay quienes se han llenado de esa «ausencia de fe» y les encanta ver fracasos en vez de triunfos, adoran la destrucción y creen que la gente es una masa irracional que es llevada por zanahorias; así que se dedican a sembrarlas. Son parte del círculo vicioso.
Hay quienes pierden de vista la realidad de la sociedad actual, sus logros y movimientos sociales en un entramado hipercomplejo e interdependiente; se lanzan en miopes análisis de coyuntura donde, por supuesto, ellos son el centro del universo. Hay quienes definitivamente no leen el mercado global, la sociedad mundial de la que, irremediablemente y maravillosamente, somos parte por lo que los análisis han de ser glocales y micro y macro segmentados. Parece que hay gente que no comprende las búsquedas de las nuevas generaciones y la influencia de éstas en sus predecesores. Tampoco son capaces de ver los puentes de posibilidades que hay en este escenario para dar solución a los conflictos sociales y deudas históricas que aún hay. Por eso seguimos eligiendo por descarte.
Hay gente, en medio de la eterna depresión post-parto electoral, que sólo se centra en señalar su «agnosticismo» —y ateísmo— y adoran buscar indicios de la existencia de «desalmados» que confirmen su propia postura, sin mayor justificación u objetivos. Son ególatras cómodos que transpiran pesimismo y no sudan una gota de trabajo político de calle, intelectual o voluntario. Han leído tres o cuatro libros, o conversan sobre libros y ni los leen, parece que no revisan completa la prensa diaria, tampoco escuchan realmente las noticias o ven la tv internacional, no sostienen conversaciones reales con gente de toda clase y tienen sus facebooks plagados de más «depresivos» que ignoran la existencia del Prozac.
Normalmente estos señores terminan fracasando, siendo lastres de sus grupos y perdiendo cualquier validez en el paso del tiempo, son minúsculas representaciones en un obra grande que los supera. No tienen nada por lo que deban ser recordados. Y se esfumaran en la memoria colectiva como un día gris que da sueño… Si alcanzan el poder, son el anuncio de un final, a veces doloroso, no lo niego.
Los he conocido en Venezuela, Estados Unidos, Bolivia y España… en Perú. Siempre grises y con ínfulas de «realistas»… una realidad que versa sobre las críticas y que nunca encuentra soluciones porque todas son «idílicas» «delirantes» o «ingenuas». Para ellos la gente es ignorante, vacía, superficial y estúpida. Ahí es donde yo reparo:
1) Los grandes proyectos políticos de la historia se han basado en imposibles que encuentran, en la voluntad, el liderazgo y el trabajo en equipo, la posibilidad.
2) Perder la fe en la democracia es perder la batalla antes de vestir el uniforme. 3) Si usted siente tanto asco por la gente ¿Para qué quiere ser político?
3) Si usted es uno de los «grises» tome una vacación y lea un libro como El Elemento de Ken Robinson, a lo mejor el problema es que usted no siente pasión por la política y debería dedicarse a otra cosa; o tome Prozac a ver si la depresión se le pasa y deje a los demás ser útiles y proponer soluciones.
Siendo coherente, esta es una introducción, mi solución temporal a los renegados y la recomendación de pensar en que cuando hablemos de política reparemos en ¿cuál es el problema? y ¿cómo se soluciona? de inútiles está lleno el mundo, seamos diferentes.