Me callo a veces por contrumbre incómoda,
pero también ocurre que he aprendido a callar.
Aprender a callar es el acto más difícil, porque cuando la voz no habla
lo hace el ser.
El silencio es incómodo cuando nos incomodamos nosotros mismos,
una hoja cae, el tráfico relincha y mis silencios me llenan de forma.
¡Cómodos silencios que me dejan verme en la justa medida!
Silencios de noche, silencios de día. Ésos que no me llenan de melancolía;
sino que traen a mí partes desconocidas, frondosas, oscuras, iluminadas.
¡Silencio por favor!
Que hoy, hablo conmigo misma.