Partidos, Movimientos sociales y políticos: esencia de la conciencia democrática

Hay quienes abogan por una sociedad «monopartido» como algo democrático. Jamás se ha visto tal cosa en una sociedad que internalice el valor capital que es la democracia. Tampoco lo es una sociedad sin actores sociales que, sin querer el poder, eleven sus voces por reclamos o peticiones en favor de un proyecto, ley, medida o ausencia. Los movimientos sociales se definen como: «…comportamientos colectivos y movimientos sociales constituyen intentos fundados en un conjunto de valores compartidos para redefinir las formas de la acción social e influir en sus consecuencias. Comportamientos colectivos y movimientos sociales difieren según el grado y el tipo de cambio que intentan provocar en el sistema y según los valores y el nivel de integración interna…” (Bobbio, Matteucci y Pasquino, 1991:1015).

Por su parte, un movimiento político es un movimiento social que opera en el campo de la política, de forma estandarizada y organizada, pero sin la rigidez de un partido y sin pretender la «búsqueda del poder». Es decir, es un actor del juego político que persigue aglutinar en colectivos -integrados- una serie de demandas/peticiones hacia el poder político. Tienen entonces como primer motivador la satisfacción de necesidades, la corrección de políticas públicas ineficientes o la activación de políticas públicas que consideran necesarias para el colectivo.

Estos se vuelven una suerte de grupo de presión social organizado, por tanto, más eficiente. ¿Y por qué son pertinentes? Lo son porque -sin riesgo o costo partidista- y con mayor celeridad, pueden asumir posiciones y realizar exigencias, contraloría social o elevar propuestas de satisfacción social. En fin, operan de forma más dinámica y no responden a disciplina partidista sino que se guían por valores compartidos y con un sentido de cohesión de intereses. Son actores sociales. Por esto, son diversos. Entre los ejemplos citables está el movimiento feminista, el movimiento ecológico, el movimiento de izquierda o los pro-globalización.

Lo importante en este caso es que los movimientos sociales democráticos no eleven peticiones excluyentes, degradantes o contrarias a los valores de la Constitución del país donde se encuentren. En estos casos,al ser contrarios a los valores constitucionales, lejos de ser un ingrediente deseable para la mixtura de la democracia, se vuelven nocivos. Por ejemplo el Movimiento Neonazi o el KuKluxKlan (ambos profundamente racistas, clasistas, violentos y hasta criminales). En su salud, los movimientos sociales que se enlacen con los partidos, garantizan la vigencia de éste.

¿Y qué diferencia a los movimientos sociales de los partidos? Lo primero es el fin. Los movimientos no aspiran a ser gobierno. Segundo no responden a una estructura sólida que deba jerarquizar temas, medir posiciones o evaluar costos. Sino que funcionan de forma más orgánica, maleable y adaptable según el tema y localidad. Los movimientos sociales (temáticos o políticos) pueden asirse de los propios partidos para comunicar sus preocupaciones y funcionar como bloque frente a una demanda, o bien actuar solos como parte de la población afectada con exigencias directas, organizadas, sustentadas y con proposiciones.

Los partidos además presentan una tesis política, sustentada en una ideología y persigue poner en práctica esa tesis en la transformación social a través de la obtención del poder. Los movimientos sociales garantizan la vitalidad de las opciones políticas, su actualización y conexión con grupos de interés pertinentes.

¿Y por qué son importantes los partidos? Así como la organización social -sea en movimientos, grupos de presión, comportamientos colectivos- es importante para elevar demandas; los partidos organizados son fundamentales para estabilizar el sistema, defender los intereses de los diversos grupos al representarlos en los órganos de poder. Los partidos políticos son la base del sistema democrático, su diversidad ideológica permite el debate -por un lado- pero además asegura la protección de los diversos grupos y la no-afección a las minorías (discapacitados sensoriales, físicos, psíquicos, o minorías de género o sexuales).

En un país democrático siempre encontraremos partidos diversos que deben sentarse a discutir el proyecto país; conciliar las demandas y propuestas. Normalmente hablamos de partidos muy variados; que van desde el corte liberal, social e incluso, «radicales» de derecha o izquierda (radicales en ideas pero jamás con acciones paralelas al sistema). El pluripartidismo es muy deseable -si no esencial- en democracia. Así mismo lo es la existencia de partidos fuertes que representen a las mayorías sin pisar a las minorías.

Lo preocupante viene cuando un solo partido, sin respeto a la Constitución, con una mezcla ideológica que no permite comprender muy bien dónde se sitúa, se hace con la mayoría social, y la mayoría parlamentaria. En esos casos -como la Alemania Nazi, la Rusia Soviética o la Cuba Comunista- la bancada mayoritaria pudiese amenazar al sistema en vez de contribuir a la democratización.

Históricamente los partidos radicales que toman las mayorías -a través de la verborrea demagógica- dificultan y entorpecen el proceso de democratización de las instituciones, a veces, hasta lo anulan. Se trata de que entonces la bancada mayoritaria, lejos de contribuir al fortalecimiento plural, imponen su criterio y, en el peor de los casos, empiezan a tomar a la ligera al «Pacto Social», al «Poder Soberano» que es La Constitución. Única soberana real (también es importante cómo se adoptó la Constitución, cuáles son los valores que contiene y cómo defiende al ciudadano frente a las indemnidades ante el poder).

Los únicos partidos que históricamente velan por el pluralismo consensual -básicamente porque deben practicarlo a lo interno en primer lugar- son los partidos socialdemócratas. Si no lo hacen, mueren.  Esto debido a que la ideología les impone la aceptación de mayorías y minorías, el pluralismo, el policlasismo y la solidaridad social.

Pero pensar en una sociedad donde los partidos socialdemócratas sean los únicos del juego, también suena a falta de democracia. El hombre por definición siempre desea -en mayor o menor medida- protagonismo, por lo cual siempre habrá discenso en determinadas posiciones que llevará a unos o muchos a constituir nuevos partidos. Normalmente hay grupos que defienden intereses muy particulares como prioridad: Ej. Partidos Obreros, Laboristas, Verdes, Liberales etc.

¿Y entonces por qué si todos los intereses están en los partidos es importante los movimientos independientes? Son importantísimos en tanto que no giran en torno al tema del PODER político y cohesionado. Sino al tema de lo SOCIAL y el poder disgregrado; no buscar realizar un proyecto/tesis política sino al satisfacción de las necesidades/demandas sociales.

En pocas palabras: mientras los partidos dan curso y estabilidad, los movimientos sociales hacen de guardian del interés común, del interés de las comunidades, de los grupos, de los factores. Son el recordatorio para que los que detentan el poder sepan que el real poder democrático está en el Pueblo Grande. Aquél que incluye a todos los factores, no sólo a unos pocos. Democracia es internalización efectiva y acción propiciadora de bienestar para todos.

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