Los precios de las obras de arte van marcados por dos razones generales: la autoprecepción de un artista y el mercado.
La primera razón es inescrupulosa e indeterminada; la segunda es la razón que motiva todo el funcionamiento económico y, por tanto, es la única razón válida.
Pretender «poner precio» a una obra desde la valoración subjetiva del sujeto que la realiza (el artista) simplemente es tan utópico como pensar que, por desearlo, la hora profesional de un abogado o contador pudiese triplicar el precio medio del gremio. Tiene que haber una distinción y ésta deviene del propio juego de la oferta y la demanda. De ese «algo» que hace tan deseable ese objeto por muchos sujetos que se «pelean en silencio» por obtenerlo; al punto de estar dispuestos a pagar más por hacerlo suyo.
Cuando hablamos de Economía del Arte hablamos de cómo podemos aplicar la terminología asociada al funcionamiento económico al mundo del arte; y no es capricho, simplemente responde a los mismo paradigmas; porque el arte, como cualquier bien, está sujeto a las leyes del mercado. ¿O acaso no proviene del salario devengado por los sujetos el dinero disponible para adquirir una pieza? ¿acaso no hay un «costo de oportunidad» asociado al uso del dinero del presupuesto familiar en la adquisición de una obra?
Ciertamente hay formas de afectar el precio. O mejor dicho, formas de lograr afectar la demanda de esas piezas, de tal manera que superen la oferta y, por tanto, aumente el precio. Pero es impensable que, frente a una competencia abrumadora de artistas locales e internacionales, podamos «poner precio» a una pieza desde la autovaloración. Sería ser juez y parte en el asunto y la consecuencia probable es una sola: el mercado indispuesto a pagar ese precio dejará una sobreoferta lo que indiscutiblemente hará los precios caer más; o la otra opción, es que al estar subvalorado el artista no se de a basto para cubrir su demanda, por lo cual podrá subir los precios (éste es el escenario ideal).
Otro punto importante que hay que tomar en cuenta es que el hecho de que haya un individuo que sea capaz de pagar un precio, no significa que el mercado sea capaz de pagarlo, y esto responde desde un precio de subasta o un golpe de suerte de un art dealer. No toda obra de Picasso vale los 82 millones de euros que «Desnudo, hojas y busto» logró en 2010; porque, como digo antes, que una persona esté dispuesta a pagar un elevadísimo precio no significa que toda la obra del artista esté valorada de tal forma. El rango lo marca la media de compra y eso es algo importante a considerar a la hora de realizar una inversión en arte.
No deje nunca de preguntar el histórico de precios, considere formatos y lugar de venta; además de la documentación que acredita a tal pieza la autoría y legítima adquisición. Y recuerde: la información correcta es la clave.