propiamente,
tener los ojos cerrados,
sin tratar de abrirlos jamás.
René Descartes
Francamente, asumiéndome falsamente «cien por ciento humanista», consentí sentir que adolecía de una ignorancia apabullante; dado que comprendí que hacer la escición entre ciencias y humanidades es parte de la estupidez humana y parte de las parcialidades que terminan por ser -y la historia así asiente- causa de la mayoría de los conflictos mundiales. No hay tal diferencia entre las ciencias y las humanidades y es imposible que sintiendo que las humanidades son la fuente del conocimiento no se avoque el individuo a descubrir a las llamadas ciencias, hijas tardías al fin, de las humanidades.
Quien tenga ya completado el Bachillerato en Humanidades o haya visto filosofía en su vida sabe que ésta es la madre de todas las ciencias. Y además, sabe que la postura humanista de los filósofos, la postura intelectualmente honesta, les condujeron a explorar el saber sin miedo a las «ciencias» dado que conocer no distingue de materias o disciplinas. Conocer es, ha sido y será, una «actitud favorable a la comprensión de lo real como un todo».
En este punto de hace necesario detallar la frase, desmenuzarla para intentar proponer las aristas que pueden ser observables en primer término, y esperar del lector cualquier otra que proponga, porque finalmente conocer es un acto colectivo y las verdades absolutas se desean, mas no se pueden aseverar que se tiene «agarradas por las chivas»… simplemente existe lo verdadero en oposición a lo falso pero La Verdad pareciera más una aspiración del alma que del intelecto propiamente: la paz interior. Y como toda aspiración del alma se relaciona con la necesidad de trascendencia del ser humano.
Algunos pueden aducir que la Paz Interior es tan utópica como la idea de verdad, mas no es menos cierto que ese estado de ausencia de eco o de eco armónico se nos presenta como una secuela de momentos que brindan saciedad mental y que, frente a las búsquedas infinitas del intelecto (siempre «en garde!») la saciedad pareciera un estado ulterior de confomidad del «ego» frente al devenir continuo.
En este sentido «conocer» se vincula favorablemente a la comprensión de la realidad como un todo, en este sentido, conocer (del latín cognoscĕre) nos presenta una riqueza absoluta en sus significados. Para ejemplificar a lo que me refiero tomaré las 10 significaciones del RAE:
1. tr. Averiguar por el ejercicio de las facultades intelectuales la naturaleza, cualidades y
relaciones de las cosas.
2. tr. Entender, advertir, saber, echar de ver.
3. tr. Percibir el objeto como distinto de todo lo que no es él.
4. tr. Tener trato y comunicación con alguien. U. t. c. prnl.
5. tr. Experimentar, sentir. Alejandro Magno no conoció la derrota.
6. tr. Tener relaciones sexuales con alguien.
7. tr. desus. Confesar los delitos o pecados.
8. tr. desus. Mostrar agradecimiento.
9. intr. Der. Entender en un asunto con facultad legítima para ello. El juez conoce del pleito.
10. prnl. Juzgarse justamente.
1. Averiguar por el ejercicio de las facultades intelectuales la naturaleza, cualidades y relaciones de las cosas.
Ésta primera nos ofrece una idea bastante y suficiente amplia como para pensar que «conocer el mundo» es mucho más que «viajar el cuerpo». Es decir, es interrogar con las facultades intelectuales (con el intelecto: con la inteligencia) las relaciones que subyacen en la naturaleza, compreder (y este sería otro verbo a desmenuzar) las cualidades de la naturaleza (por no decir de la sustancia y de la materia, en clara referencia a Aristóteles). Conocer es entonces, «inscribirnos» de manera conscientes en la realidad que nos rodea. Hacernos parte «eficiente» de la realidad del mundo.
2. tr. Entender, advertir, saber, echar de ver.
La segunda ya nos adentra en la idea de «la inscripción en el mundo» y además en la frase de «hacernos parte eficiente de la realidad del mundo» dado que, entender y advertir implica el acto de presencialidad y de inscripción en las relaciones del mundo (en el cómo funciona y por qué funciona de alguna manera), se avizora aquí el acto consciente de interpretación no-falsa de la realidad. Implica comprender la diferencia entre lo falso y lo verdadero. Implica «saber» y el saber, asociado al conocimiento no está sujeto a las falsas impresiones; sino al acercamiento sensato con lo que se desea conocer. Y esta actitud sensata implica «conocer nuestros límites» (en una interpretación negativa de «lo que sé» a través de «lo que no sé») y el conocimiento inferencial de «lo que debo saber para poder conocer». Es decir, «echar de ver» lo que se va admitiendo como verdadero.
3. tr. Percibir el objeto como distinto de todo lo que no es él.
Esto nos lleva a la tercera definición del RAE, el conocimiento negativo como método del positivo; «conocer es percibir el objeto como distinto» es decir, asumir lo que se conoce como verdadero y admitir que lo que no es lo conocido es desconocido, ajeno, distinto. Ver la diferencia y reconocerla como tal. Y asumir que en esta diferenciación se abren caminos a «lo que puedo conocer» y lo que «desconozco». Aquí cabe hablar de Kant. En su Crítica a la Razón Pura Kant nos dice: «“Si se tiene presente que todo nuestro conocimiento acaba en último término en conceptos irreductibles, se comprenderá también que haya algunos que son casi irreductibles, es decir que las notas sólo son muy poco menos claras y simples que la cosa misma. Este es el caso de nuestra explicación de la existencia. (…) Aunque la naturaleza del objeto en relación a la capacidad de nuestro entendimiento tampoco permite un grado más alto”. Y proseguimos en la interpretación que hace HEIDEGGER, M., ¿Qué es metafísica? de la Crítica de la Razón Pura: «El enlace no puede venir nunca por medio de los sentidos. Todo enlace surge, según Kant, de aquella facultad de representación que se llama entendimiento; cuyo rasgo fundamental es el poner, en cuanto síntesis. La posición tiene el carácter de proposición, es decir, de juicio, por el cual algo es antepuesto como algo, un predicado es atribuido a un sujeto por el “es”`. Pero en cuanto la posición como proposición se relaciona necesariamente con lo dado en la afección, para que un objeto sea conocido por nosotros, el “es” como cópula recibe por eso un nuevo sentido. Kant lo determina por vez primera en la segunda edición de la Crítica de la razón pura (S19, B 140 ss.). Al comienzo del § 19 escribe:
“Nunca me ha satisfecho la definición que los lógicos dan del juicio en general, es, como ellos dicen, la representación de una relación entre dos conceptos”.
4. tr. Tener trato y comunicación con alguien.
Aquí llegamos a una de las definiciones más difíciles del verbo (acción continua) de conocer. Es tratar y comunicarse con alguien (o algo, añado tímidamente). Conocer es tener contacto continuo (vuelvo en el inscribirnos en la realidad) y comunicar «verdades» (juicios objetivos sobre algo) y lograr (aspirar) que ese algo o alguien (bajo el mismo esquema) nos transmita «exitosamente» los juicios objetivos sobre sí mismo. En este punto resulta de suma importancia considerar que «conocer» incluye todas las relaciones interpersonales de nuestra vida cotidiana; y la actitud intelectiva y la búsqueda de paz interior llama a la actitud abierta para «conocer» las verdades de todos los que nos rodean en aras de «sincerar» nuestra inscripción en el mundo. He allí el reto de la «paz interior»; lograr «conocer» nuestra realidad es saberla «a salvo» de juicios falsos sobre qué o quienes conocemos. He allí que la comunicación (y sin pretensiones de argumentaciones existencialistas) ocupe el lugar primigenio en la posibilidad de nostoi; es decir, de «patria», de lugar de pertenencia, de lugar conocido. La comunicación es el arraigo de lo que somos y de quienes somos.
5. tr. Experimentar, sentir.
La quinta definición presenta una doble postura. La experimentación (material, sensorial) de la realidad. Que nos remite a la visión aristotélica de la realidad y del conocimiento «de afuera hacia adentro». Y por otra parte, el verbo sentir. Si el verbo sentir remite a los «sentidos» entonces tenemos que son sinónimos. Si el verbo sentir remite a «sentimientos» (y el ejemplo que pone la RAE de Alejandro Magno bien pudiera referirse a ello: «Alejandro Magno no conoció la derrota.» ¿El sentir la derrota es un hecho objetivo observable o refiere al sentimiento de pérdida frente a una expectativa?. Si refiere al segundo, entonces «conocer» significa también -en clara posición platónica- sentir la realidad a través de los sentimientos, incribirnos en ella con las emociones. Es decir, conocer «de adentro hacia afuera» en clara correspondecia con el ideal griego «Conócete a ti mismo»; o en un proceso de «introspección». Y que las emociones a su vez, sean producto de los juicios verdaderos y objetivos. Y aquí la ansiada «paz interior» se juzga como pertinente, porque justamente tener paz interior es «hallarse excento de demonios falsos», producto del «conocer» la realidad.
6. tr. Tener relaciones sexuales con alguien.
En este punto también hallamos la escisión entre lo objetivo y lo subjetivo. La relación sexual como conocimiento de alguien implica efectivamente dos planos. Por una parte la posibilidad del la experimentación sensorial y por otra la experimentación sentimental. Lo sensual como incitación de los sentidos y la seducción como comunicación asertiva que apela a lo sexual. Y como ya hemos visto, la comunicación es un acto -arduo por demas- del intelecto. Así entonces, tenemos que conocer como «tener relaciones sexuales» implica lo sensual y la seducción; y si adicionalmente, tenemos que la relación sexual pudiera considerarse exitosa en tanto que se lleva a cabo con la consecuencia deseable del orgasmo o punto de clímax. Ha de suponerse que la relación sexual debe ser llevada a cabo con la búsqueda de la comprensión de las «cualidades y relaciones» que existen entre los estímulos y las respuestas. En este sentido, podríamos decir que el amante es el que busca «conocer» al amado (sin perjuicio a que en la relación los papeles son recíprocos, en tanto que hay una correspondencia para que el «acto de amar» sea constitutivo de una realidad). El amante como sujeto activo de la acción de amar, en lo relativo a la relación sexual, si y sólo si advierte la necesidad de conocimiento, podrá asumirse como tal. Y por su parte el amado, como sujeto pasivo, tendrá que advertir que la comunicación efectiva de los juicios objetivos sobre su «yo» son base de la fórmula exitosa de comunicación. (en medio de su pasividad se vuelve activo en la acción comunicativa). Sólo si estas condiciones están dadas la relación sexual conducirá a la consecuencias deseadas: el orgasmo de la excitación física y el clímax emocional como producto de conocimiento. Si no se conoce es simplemente sexo animal, porque se desliga lo más humano del hombre: la racionalidad y su consecuencialidad propia: la capacidad de ejercer su libertad a través de la elección; el acto de elegir lo que se desea conocer y aceptar o no su relación con nosotros. El acto sexual limitado al contacto con los órganos sexuales entre dos seres vivientes, no implica la acción de conocer al otro. Jean Baudrillard en su libro «De la Seducción» nos habla de «Desafío o seducción, es siempre enloquecer al otro, pero de un vértigo respectivo, locos de la ausencia vertiginosa que los reúne y de una absorción respectiva (…) un pacto altamente convencional, altamente ritualizado, la obligación incesante de responder y de mejorar la apuesta dominada por una regla del juego fundamental y a medida según su propio ritmo» (pp. 79-80).
7. Confesar los delitos o pecados.
Aunque esta significación se halla en desuso (como indica la RAE) resulta de interés el hecho de pensar que conocer implica «confesar delitos o pecados». La razón obedece a la idea de hacer ver a otro nuestro lado vergonzoso o admitir que como seres «perfectibles» y «contingentes» (en la visión más cristiana o bien aristotélica) somos capaces de cometer errores. Conocer entonces implica ver la totalidad del individuo, su lado más amable y su lado más terrible. Conocer es sincerar virtudes y defectos. Ser capaz de asumir que lo hermoso siempre guarda profunda relación con la podredumbre. «Todo Ángel es terrible» dice Rilke. La belleza es tensión lírica con lo oscuro, el alma humana alberga un pozo de terribilidad; como se puede leer en el ensayo de Hanni Ossott.
8. Mostrar agradecimiento.
Esta acepción también se encuentra es desuso, no obstante resulta interesante abordarla. Mostrar agradecimiento. ¿Qué es agradecer? Agradecer implica sentirse favorecido, es una actitud de beneplácito ante el consentimiento del otro. Para ello la aceptación considera también la comunicación efectiva, un compartir de los juicios objetivos y de lo verdadero sobre nosotros mismos. Entonces, podremos aseverar que el agradecimiento estará ligado al «acto libre» (ejercicio de la libertad humana) de elegir al otro para que forme parte de nuestra realidad. En este sentido, la libertad es aplicable no sólo al otro, sino a «lo otro». Es decir, la acción de agradecer la relación no sólo obedece a la relación recíproca con las personas sino con las cosas conocidas o las disciplinas que volvemos amor (pathos), pasión por conocer.
9. Entender en un asunto con facultad legítima para ello.
Esta significación refiere al uso en derecho; y comprendiendo que estamos todos dentro de un orden social, cabe profundizar en su especificidad. Además resulta de interés el empleo de la palabra «Legítima». Algo legítimo significa algo que tenga propiedad, razón admitida de ser. Alguien que tiene autoridad dentro de una relación entre dos o más individuos para el ejercicio de unas facultades. El poder legítimo o la legitimidad de una acción implica el uso consentido de esa facultad o facultades. Un juez está facultado para la administración de justicia, ejerce ese poder legítimamente. Una persona que ocupa un puesto gerencial está facultada para una serie de atribuciones. Un individuo que está en una relación monógama ha realizado un pacto consensuado con otro individuo, y está facultado para exigir fidelidad. Es legítimo el reclamo si se transgreden las condiciones del «pacto». Así mismo dentro del conocimiento; es propio que se legitime el papel del cognoscente frente a lo conocido. Y que producto de ese rol que se está ocupando, se propenda a conocer legítimamente; es decir con propiedad, ese algo objeto de conocimiento. En las relaciones humanas o bien en el funcionamiento social, existen facultades pactadas para conocer, un derecho para salvaguardar el sano funcionamiento de las relaciones interpersonales o sociales.
El ejemplo que pone el Diccionario de la Real Academia Española es útil a nuestro entender, «El juez conoce del pleito». El juez está facultado para la administración de justicia y en sus atribuciones de conocimiento debe velar por la observancia de la realidad como un todo. A fin de que su poder discrecional sea cónsono con la observancia objetiva de los juicios no-falsos y de los verdaderos. El acto de lo justo. Lo justo en lo humano, la idea de que el Derecho (con D mayúscula) es la terrenalización de la idea de Justicia y que por tanto, se inclina hacia lo Bueno y deseable.
10. Juzgarse justamente.
Lo Justo. ¿Qué es lo justo? Esta es una de las preguntas centrales de la filosofía desde la época de los antiguos «griegos» (entre comillas dado que podríamos decir helenos o incluso cronológicamente a los atenienses). La idea de lo justo termina por asociarse al valor de Lo Bueno, y éste a la idea de Bien. Lo Bueno es Bello y deseable nos dijo Platón, y por Bueno, Bello y deseable «uno ama» algo; por tanto Eros se conjuga paralelamente con Belleza y Bien. Así mismo, lo Justo a los juicios de lo deseable, por Bueno y Bello. A través de la historia, Occidente ha ido construído un bagaje amplio de valores y ha creado una suerte de «moral humana». Así podemos verlo en el asentamiento de los llamados Derechos Humanos o en la búsqueda de reivindicaciones sociales que apelan a la dignidad humana o en el rechazo a los genocidios o a los crímenes de lesa humanidad. Juzgarse justamente entonces está relacionado con «conocerse a sí mismo» y a su vez con comprender la diferencia entre «Bien» y «Mal» o entre «lo verdadero» y «lo falso». Más aún el acto de apelar a la conciencia individual en tanto que se «aprehenden» los valores culturales y son definitorios de la conducta humana. En este sentido, conocer sólo será posible si se comienza por conocerse a uno mismo, y actuar en consonancia con nuestra idea de «lo Bueno» y «lo malo» a fin de juzgar con justicia nuestro proceder y el de los demás. Esto con la idea de poder conocer la realidad que nos rodea y sincerar nuestras relaciones con los demás y nuestra postura ante El Conocimiento.
Volvamos ahora a la frase primaria: «Conocer es, ha sido y será, una actitud favorable a la comprensión de lo real como un todo». Creo, y digo creo porque ya hemos establecido la necesidad de humildad, que si comprendemos las diez definiciones podremos acercarnos a la comprensión de lo real como un todo. Comprender que la realidad no tiene una sola perspectiva y que podremos, incluso, aprovechar la pluridisciplinariedad como una ventaja para mirar con más propiedad nuestro derredor. En este sentido la filosofía, como disciplina de «amor a la sabiduría» y de actitud favorable al conocimiento con miras a lograr la aspiración de acercarnos al Logos (La Verdad, en sentido más general) cumple un papel esencial en todos los aspectos de nuestra vida. Es la capacidad de asombro y la búsqueda de la Contemplación (sería útil leer en diálogo de Platón el Banquete para entender la idea de Contemplación).
Retomemos ahora la frase: «Y como toda aspiración del alma se relaciona con la necesidad de trascendencia del ser humano». Si lo anterior puede asumirse como cierto, o si el lector asiente ante esta idea, entonces comprenderá que la aspiración vital no se refiere a la obtención de cosas útiles, sino más bien a la postura de alcanzar la paz interior, al contacto con la armonía; el sano equilibro entre lo material y lo espiritual. Al sentido de trascendencia. De pervivencia más allá del tiempo. Si se cree que el alma existe, entonces deberemos asumir la postura de «mantenerla seca» (como decía Heráclito), mantenerla a salvo de los engaños del mundo, no corromperla dejándonos seducir por las falsas imágenes. Si por el contrario no creemos en el alma, sino únicamente en el intelecto, asumiremos la actitud de formarlo en los juicios verdaderos, de cultivarlo. En todo caso, los agnósticos, ateos, y creyentes coincidirán en que el conocimiento es necesario porque tenemos la capacidad de conocer. Y no conocer sería un despilfarro de nuestra capacidad.
Por útimo cerremos, por los momentos, con la idea de «la utilidad de conocer». Si bien se ha señalado antes que la aspiración vital no es la obtención de cosas útiles (que sirven para satisfacer necesidades de subsistencia), no es menos cierto que la esencia de conocer está en la utilidad que tiene para la trascendencia; es decir, el papel que cumple el auténtico conocimiento para alimentar el alma o el intelecto. El rol que cumple el conocimiento para sentir la propiedad de nuestra persona en la inscripción, en términos de espacio y tiempo. Sentir que somos lo que, en el ejercicio de nuestra libertad, hemos elegido ser. Y más aún, que el mundo que nos circunda nos afecta positivamente en tanto que «vivimos en la salud,» porque vivimos con propiedad la inscripción de nuestro ego en el mundo. La Idea de éxito o fracaso tiene relación estrecha con nuestras aspiraciones, y las aspiraciones serán saludables en tanto que elijamos nuestras metas en consonancia con el conocimiento de nosotros mismos y con las oportunidades que el mundo nos ofrece. Esto sólo será posible si conocemos nuestro «yo» y si aprendemos a conocer la realidad que nos rodea como un «todo».
Lograr ser exitosos es posicionarnos positivamente en un mundo complejo; es obtener dispositivos de éxito que nos permitan tener la paz interior. Los dispositivos que nos permitan alcanzar la «eudaimonia» o felicidad. Y sólo podremos alcanzar este estado si logramos conocer para elegir y elegir para conocer; aspirar episteme (conocimiento) y procurar diferenciarlo de la doxa (opinión). Lograr discernir entre lo objetivo y lo subjetivo, entre lo trascendente y lo contingente. Porque el acto de conocer termina por ser como la aspiración de la Verdad, un devenir continuo que nos acerca a la «autorealización»; una meta, quizás utópica, pero finalmente que es motor para la acción, para actuar, para conducir nuestra vida. El verbo de conocer así como el de filosofar, se insertan en la realidad como acción continua no como meta definitiva; son actitudes, propiedades de la materia que nos constituye, no sólo accidentes que padecemos. El éxito y el fracaso son accidentes, la eudaimonia es aspiración de trascendencia. Somos temporales en lo que hacemos, pero si existimos, tenemos la posibilidad de trascendencia en quiénes somos. Darnos a conocer y conocer al mundo son dos posibilidades que, de rechazarlas, nos convierten en las víctimas de las circunstancias. En objetos de la realidad y no en sujetos.
Si alguna postura es desechable es el pensar que algún conocimiento es inútil, porque de esta doxa sólo se puede desprender la imposibilidad de acceder a la elección, a la libertad, de acercarnos a la episteme, de ser humanos. La imposibilidad a conocer con el intelecto y a acceder a la inteligibilidad del mundo. Es ser insinceros con la evolución humana y con el entramado complejo de relaciones. Es tener los ojos cerrados, sin tratar de abrirlos jamás.
Si Descartes tuvo razón cuando escribió «cogito, ergo sum» fue más en consentir que la existencia humana se debe a la acción reflexiva, al acto de «pensar»; que en la demostración de la existencia del «ser» como tal. Al menos esa es mi «humilde» opinión; porque si pienso es porque existo, mas está claro que hay muchos que existen y parecieran no pensar.
Queda mucho por decir de este tema… esto es sólo una pequeña continuación… al maravilloso diálogo que es Occidente.
La tarea es seguir conociendo…